Quedaría así formado un triángulo que seria fatal para el país: Urquiza, que se había tomado en serio lo de Washington sudamericano, Mitre que intrigaría de cualquier modo para dominar "los trece ranchos" y el presidente Derqui, haciendo equilibrio entre ambos, no sabría con quién jugarse, y desatada la lucha terminaría aplastado entre los dos bandos. En realidad sobre este triangulo hay otro personaje: el inglés.
Mitre invita a Urquiza y Derqui a Buenos Aires a presenciar el desfile de las tropas en la ciudad. Urquiza concurre creído de si mismo. Compra propiedades en Buenos Aires y se dispone a disfrutar del título de Washington sudamericano. Thornton informa que Urquiza "desea retirarse de la vida pública y asegurar su posición y sus bienes contra cualquier contingencia futura".
El 21 de julio la masonería le confiere a Mitre y Sarmiento el grado 33 y en la tenida del 27 el mismo grado a Urquiza y Derqui que abrazándose (quien lo hubiera creído) juraron "obligación por todos los medios posibles a la pronta y pacífica constitución de la unidad nacional". Sin embargo se extrañaría Guido en correspondencia a su esposa "¿Quién diría que el general Urquiza y el presidente Derqui se sentarían juntos con el general Mitre y con Sarmiento como íntimos amigos? ¡Mucho he visto y muy raro en cincuenta años de revolución, pero nada ha sido tan inopinado!"
Poco duraría la efusión de estos abrazos. Los protocolos cedían a Derqui las mejores ubicaciones en banquetes y recepciones, y "durante la permanencia en Buenos Aires los celos del general Urquiza con el presidente Derqui aumentaron considerablemente. Un presentimiento y una sospecha constante agitaban al general Urquiza: el temor de que Derqui y Mitre se pusiesen de acuerdo para destruir el prestigio y su influencia" (Juan Coronado, secretario de Urquiza). "El general Urquiza que posee el prestigio de una inmensa fortuna y el prestigio militar y el poder… no se convence que ya no es el presidente de la Confederación y se necesitará mucho tacto del señor Derqui para prevenir que no se convierta en una brecha en cuyo caso Urquiza buscará el apoyo de Buenos Aires" (informe de Thornton a Londres). Pero la brecha ya se había producido, y tal vez siempre existió.
Alberdi no acepta el ministerio de hacienda y Derqui le da la cartera a Norberto de la Riestra (empleado inglés). Los liberales, dueños de la aduana, quedaban ahora también el frente de las finanzas de la Confederación.
Urquiza después de Caseros, pese a todo, era el jefe de los federales apoyado por los gobernadores de "los trece ranchos" sobre todo por fuertes caudillos como Brizuela, Juan Pablo López y el Chacho Peñaloza. Pero ahora se sentía por encima de eso, y quería asumir el papel que creía le habían otorgado, "el Padre de la Patria", "el Washington de Sudamérica". "He protestado no pertenecer a partido alguno y quiero mantener mi resolución" (carta a Mitre agosto de 1860); "yo no pertenezco a partido alguno" (5-1-1861). Creía estar por encima de todo sin advertir que no descansarían hasta verlo fuera del juego. Decoró su palacio con frescos de sus batallas donde Carril alimentaba su vanidad comparando el genio militar de Urquiza con el de Napoleón.
Mitre era una rara mezcla de poeta, periodista, historiador, romántico y amante de las culturas extranjeras, estudioso de la tácticas militares europeas pero incapaz de ganar una batalla, y de discursos grandilocuentes, capaz de trasformar sus derrotas militares en "heroicas retiradas", se había ganado al admiración de los liberales que lo llevaron a la gobernación de Buenos Aires (aunque con métodos nada democráticos) y que lo transformaron en juez y parte de la sorda lucha con Urquiza y Derqui. Intrigante adulaba al primero para mantenerlo bajo su influencia y manejaba al segundo, (ex-unitario-liberal) para ponerlo de su lado.
Urquiza, que había jugado de visitante en Buenos Aires el 9 de julio, quiso jugar de local, invitando a Mitre y Derqui al Palacio de San José. Los periódicos hablaban de "La trinidad gubernativa", pero cada uno llevaba agua para su molino. Mitre le obsequiaba el bastón de gobernador de Buenos Aires a Urquiza y este lo quería convencer a Mitre que gobernaran prescindiendo de Derqui. Derqui, haraganeaba en su cama y recibía a Mitre en reuniones misteriosas. Coronado, secretario de Urquiza, relata que: "En la mañana del 14 de Noviembre el General Urquiza entró en la secretaría cuando dormían todos los huéspedes de San José, y no encontrándolos allí nos mandó a llamar. El general se encontraba sofocado por la rabia y necesitaba hablar para desahogarse. Ocurrimos a su llamado. Después de preguntarle cómo había pasado la noche nos dijo: Mal. No he dormido sino una hora, o más; tengo la cabeza preocupada con tanta picardía. Esperando una explicación sobre el sentido de esas palabras, guardamos silencio. Después de un pequeño intervalo, el general continuó: ¿No se ha fijado usted en el manejo de estos pícaros? Hace cuatro días que están en mi casa, y hasta ahora ni uno ni otro me han hablado una palabra de política, ellos creen que no me fijo, pero se engañan. Dos veces he entrado en el cuarto del Doctor Derqui y lo he encontrado hablando con Mitre. Cuando me han visto han cambiado de conversación. Y he estado tentado de hacerles saber que no soy lo que piensan. (Coronado, Misterios de San José).
A nada bueno podría llegarse con estos personajes.
"En resumen la conferencia que tanto ha llamado la atención se ha reducido a comer, pasear y bailar. El presidente dormilón ha dormido en efecto… el general Mitre ha tomado Campo. Si desaliento había antes de la conferencia, si todos temían por la situación, esos temores han aumentado considerablemente" (De la Peña a J. M. Gutierrez). "La conferencia de San José no nos ha dejado contentos. Parece que el general ha tenido serias y muy desagradables palabras con el presidente. No han quedado mejor entendidos que antes, al contrario, Se ha reconocido por el ámbito Mitre y por el presidente que el triunvirato con el Capitán General no puede durarles" (Lucero a Pujol).
Historias del Federalismo Rioplatense.
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