Después de la renuncia de Juárez Celman, el vicepresidente Carlos Pellegrini asumió la primera magistratura. El país atravesaba un período de grandes dificultades, pues había salido de una revolución para enfrentar una dramática crisis económica y financiera. El nuevo mandatario, que era un hombre de temple y muy sagaz —fue calificado como «piloto de tormentas»—, debió poner a prueba su capacidad de gobernante. Guiado por fines conciliatorios, integró su ministerio con figuras pertenecientes a diversas tendencias políticas. La Nación debía responder a las deudas contraídas con el extranjero por sumas muy elevadas, pero las arcas estaban exhaustas y los Bancos oficiales en quiebra. Pellegrini obtuvo de capitalistas y hombres de negocios la suscripción de un empréstito interno y en diciembre de 1891 inauguró el Banco de la Nación Argentina, con un capital mixto de 50 millones de pesos, organismo que prestó grandes beneficios al movimiento económico. También fue creada la Caja de Conversión, a fin de sanear el valor de la moneda. Carlos Pellegrini, que asumió el mando, encaró con decisión los difíciles problemas de la crisis. Los bancos Nacional y de la Provincia entraron en liquidación, lo mismo que los bancos nacionales garantizados. Muchas esperanzas inspiró Pellegrini al asumir el mandato el 8 de agosto de 1890. Para integrar su ministerio convocó a hombres de diversas tendencias: los eligió entre los integrantes del Partido Autonomista Nacional que dirigía Roca, del mitrismo y del sector moderado de la Unión Cívica. El 1° de diciembre de 1891, Pellegrini inauguró el Banco de la Nación Argentina, con un capital mixto, contribuyendo el Estado con 50.000.000 de pesos; alcanzó rápidamente la confianza general, bajo la hábil dirección del doctor Vicente Casares. Emitió un empréstito interno y gestionó la suspensión del pago de los servicios de la deuda externa, en Londres. En 1890 creó una nueva fuente de recursos aplicando los llamados impuestos internos sobre artículos de gran venta. Suprimió gastos superfluos, y suspendió obras costosas en vías de construcción. Fundó una Caja de Conversión para garantizar el canje de las monedas y combatir el agio de éstas. Más de 3.000 leguas de tierras públicas, concedidas por favoritismo a los especuladores, fueron rescatadas. Las obras sanitarias de la capital (aguas corrientes y cloacas), arrendadas anteriormente en condiciones desfavorables a una empresa privada, volvieron a la Nación. Muchas concesiones ferroviarias fueron anuladas, por no haber cumplido las empresas con las obligaciones contraídas; en 1891 se dictó una nueva ley orgánica de los ferrocarriles. La provincia de Buenos Aires, por su parte, debió enajenar el ferrocarril Oeste (hoy ferrocarril Sarmiento), de su propiedad, a una empresa extranjera, para ayudar con el importe de la venta al Banco de la Provincia. Pellegrini procuró restablecer la disciplina en el Ejército, alterada por la revolución de julio, sobre todo en lo que respectaba al Colegio Militar, que fue trasladado a San Martín. Mejoró el armamento, adoptando el fusil máuser. En materia educativa, Pellegrini dispuso la creación de la Escuela Superior de Comercio de Buenos Aires, que hoy lleva su nombre y en 1891 inauguró el Museo Histórico Nacional sobre la base del Museo Histórico que ya funcionaba bajo la dirección de Adolfo Carranza. También se inició el trazado del Jardín Botánico y del Jardín Zoológico. En materia de cultura, corresponde a este breve período la fundación de la Escuela Superior de Comercio de Buenos Aires, que hoy lleva el nombre de Carlos Pellegrini, y como dijimos antes la inauguración del Jardín Botánico, y la del Museo Histórico Nacional
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