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Foto del escritorBuen Dia Corrientes

La traición de Urquiza al Partido Federal


Pavón, la batalla en la que Urquiza entregó la victoria a los porteños¡...

El 17 de septiembre de 1861, cuando estaban dadas todas las condiciones para que las fuerzas de la Confederación Argentina derrotaran a las de la separada Provincia de Buenos Aires, el entonces ex presidente Justo José de Urquiza, sin apelar a los cuatro mil soldados que contaba como reserva que seguramente le hubiesen dado la victoria, abandonó el campo de batalla de Pavón, en la Provincia de Santa Fe, dejando el camino libre al gobernador bonaerense Bartolomé Mitre para avanzar hacia la toma del control de todo el país.

No se trataba de la tradicional lucha entre unitarios y federales. La cuestión pasaba por la supremacía económica y política del país. La oligarquía bonaerense no aceptaba trasladar el centro del poder institucional de la Argentina fuera del puerto de Buenos Aires por el cual desde comienzos de la época colonial se llevaban adelante todos los negocios con el exterior siguiendo las sugerencias de 1566 del gran economista Juan de Matienzo, nacido en Valladolid pero radicado en la hoy Bolivia desde donde estudió las conveniencias de como transportar los bienes entre el Alto Perú y España.

Urquiza

La batalla se libró en las cercanías del Arroyo Pavón entre las actuales localidades de Godoy y Rueda. Urquiza comandaba 17.000 soldados pero tenía otros 4.000 de reserva, mientras Mitre contaba con unos 15.400. Inexplicablemente el entrerriano Urquiza se retiró sin dar el combate que de hecho ganaron los bonaerenses. Una hipótesis es que lo hizo buscando poner fin a las guerras civiles pero existen muchos elementos como para argumentar en el sentido de que buscaba un acercamiento con Mitre ya que procuraba la destitución de su sucesor, el de múltiples nombres Santiago Rafael Luis Manuel José María Derqui, de la presidencia de la Confederación.

En 1859 se había iniciado una nueva guerra civil a partir del asesinato del caudillo sanjuanino Nazario Benavídez, lo que fue aplaudido desde Buenos Aires. El futuro presidente Domingo Faustino Valentín Sarmiento lo calificó como una victoria de la “civilización” y el diario “La Tribuna” le pronosticó a Urquiza igual destino. La intervención federal enviada por Urquiza a la Provincia de San Juan permitió detectar la conexión entre los responsables del asesinato y las autoridades porteñas. De resultas de ello se generó un gran rechazo en el gobierno confederal con asiento en Paraná y en mayo de ese año el Congreso dio piedra libre a Urquiza para resolver la cuestión “por medio de negociaciones pacíficas o de la guerra, según lo aconsejaren las circunstancias” al tiempo que en Buenos Aires se instruyó a Mitre para invadir la Provincia de Santa Fe.A pesar de las intervenciones de los gobiernos del Brasil, los Estados Unidos de América, el Paraguay y el entonces Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda que intercedieron en favor de la paz los gobernantes porteños pedían la cabeza de Urquiza en tanto éste estaba muy enojado por el asesinato de Benavídez y la amenaza de muerte a su persona.

Así fue que mientras la flota porteña bloqueaba Paraná se vio envuelta en la sublevación de uno de los navíos cuya tripulación se pasó al bando nacional y a mediados de octubre fue la escuadra de la Confederación la que apareció en Buenos Aires en tanto Urquiza partió de Rosario al frente de 14.000 hombres a los que se sumaban varias divisiones auxiliares de indígenas ranqueles mientras Mitre, al frente de 9.000 soldados operaba desde San Nicolás de los Arroyos donde debía enfrentar los ataques de los aborígenes que, liderados por Juan Calfucurá, eran aliados de Urquiza.

Ambas fuerzas chocaron en Cepeda el 23 de octubre. “He querido evitar la sangre y he procurado la paz. El gobierno de Buenos Aires se empeña en provocarnos con un ejército que no puede resistirnos. Pues bien, conquistemos por la acción de las armas una paz duradera”, dijo Urquiza al arengar a los suyos. La victoria confederal fue contundente y Mitre esa noche debió huir hacia San Nicolás desde donde se enmarcó con sólo 2.000 soldados llegando a Buenos Aires al mediodía siguiente.

Urquiza llegó a Buenos Aires pero si bien podía ocuparla prefirió no hacerlo y argumentó: “Vengo a arrebatar el poder a un círculo que lo ejerce en su provecho para devolverlo al pueblo, que lo usará para su prosperidad. Al fin de mi carrera política, mi única ambición es contemplar desde el hogar tranquilo, una y feliz, la República Argentina, que me cuesta largos años de crudas fatigas… Vengo a ofreceros una paz duradera bajo la bandera de nuestros mayores, bajo una ley común, protectora y hermosa”.

El 8 de noviembre renunció el gobernador porteño Valentín Alsina en tanto Urquiza y su gente acamparon en el entonces poblado de San José de Flores, actualmente el barrio de Flores. Las negociaciones que tuvieron como mediador a Francisco Solano López, hijo del presidente paraguayo Carlos Antonio López de quien fuese sucesor, dieron lugar a la firma, el 11 de noviembre del “Pacto de San José de Flores” entre Urquiza y Felipe Llavallol, el gobernador provisional de Buenos Aires.

Éste acordó la incorporación de la Provincia a la Confederación la que quedaba a cargo de las relaciones exteriores y manejaba la Aduana porteña. El gobierno nacional debía compensar por un quinquenio a Buenos Aires por la pérdida de la Aduana y aceptar una reforma de la Constitución Nacional vigente desde 1853 lo que se hizo en 1860. De palabra se acordó que la real incorporación de Buenos Aires a la Confederación se concretaría una vez que Urquiza concluyera su mandato presidencial con lo cual todo quedó sin mayores cambios lo cual enojó a muchos jefes federales que exigían la rendición porteña, como uno de los principales vencedores de Cepeda, el luego asesinado gobernador entrerriano Ricardo Ramón López Jordán.

Urquiza entregó la presidencia a Derqui en mayo de 1860 quién el 6 de junio acordó un tratado complementario del Pacto de San José de Flores y se reformó la Constitución Nacional que incrementó las autonomías provinciales se dejó librada la designación de la capital federal a una ley y se determinó que tres denominaciones eran válidas para el país: Confederación Argentina, Provincias Unidas del Río de la Plata y República Argentina y se dejó a criterio de cada provincia la cuestión de la educación gratuita en tanto Buenos Aires recuperó el manejo de la aduana a cambio de un aporte al tesoro nacional al tiempo que se cambió el término Confederación Argentina, por el de Nación Argentina.

Derqui vio complicada su gestión por las maniobras políticas de Urquiza a la vez que diferentes cuestiones conflictivas hicieron que Mitre, el nuevo gobernador de Buenos Aires, desconociese el Pacto de San José de Flores profundizando el enfrentamiento con las autoridades nacionales. Frente a la presión de Urquiza había buscado Derqui un acercamiento a Mitre pero otro asesinato en San Juan, el del gobernador José Antonio Virasoro, también aplaudido por Sarmiento, volvió a complicar todo. La respuesta de Derqui fue designar como interventor a Juan Saá, gobernador de San Luis y antepasado del actual mandatario de dicha provincia, Alberto José Rodríguez Saá. El interventor venció al insurrecto Antonino Aberastain, quién señaló a Sarmiento como inspirador y financista de los hechos pero igual fue fusilado.

Desde Buenos Aires se siguió apostando a una desintegración nacional que le permitiese rehacerla bajo su conducción. Así se impulsó una revuelta contra el gobernador cordobés Mariano Antonio Fragueiro Del Corro. Éste logró derrotarla pero la provincia quedó envuelta por el caos. Derqui intervino Córdoba y declaró a Buenos Aires en sedición y se decidió “reprimir al gobierno rebelde de Buenos Aires y sujetarlo a la obediencia de la ley común”.

Por su parte Urquiza seguía negociando con Mitre y Derqui estuvo s punto de reemplazarlo por Saá al frente de las tropas nacionales. Ante ello se puso al frente de las mismas y el 17 de septiembre fue al encuentro de Mitre en Pavón, donde tras algunos escarceos abandonó el campo de batalla y regresó a Entre Ríos y convirtió a Mitre en el hombre fuerte del país y a Buenos Aires en el poder hegemónico de la Argentina hasta nuestros días lo que hizo que décadas más tarde el gran economista Alejandro Ernesto Bunge la denominara “país abanico”. Derqui, ante los hechos, se exilió en Montevideo.

Su tácita alianza con Mitre, ambos masones, no aparece casual. Pocos años después Urquiza fue clave en la guerra de la Triple Infamia de la Argentina, el Brasil y el Uruguay contra el Paraguay. En esa oportunidad realizó el negocio de proveer nada menos que de cuatro mil caballos a los futuros vencedores los que fueron utilizados por el ejército brasilero. Todo ello hizo que, en los hechos, fuera el padre de una Argentina que aún no recuperó una verdadera democracia federal.

Por Fernando Del Corro


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