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Foto del escritorBuen Dia Corrientes

MARTIN FIERRO

Pegué un brinco y abrí cancha

diciéndoles: caballeros,

dejen venir ese toro.

Solo nací– solo muero.

El negro, después del golpe,

se había el poncho refalao

y dijo: vas a saber

si es solo o acompañado.

Y mientras se arremangó,

yo me saqué las espuelas,

pues malicié que aquel tío

no era de arriar con las riendas.

No hay cosa como el peligro

pa refrescar un mamao;

hasta la vista se aclara

por mucho que haiga chupao.

El negro me atropelló

como a quererme comer;

me hizo dos tiros seguidos

y los dos le abarajé.

Yo tenía un facón con s,

que era de lima de acero;

le hice un tiro, lo quitó

y vino ciego el moreno;

y en el medio de las aspas

un planazo le asenté,

que lo largué culebriando

lo mesmo que buscapié.

Le coloriaron las motas

con la sangre de la herida,

y volvió a venir jurioso

como una tigra parida.

Y ya me hizo relumbrar

por los ojos el cuchillo,

alcanzando con la punta

a cortarme en un carrillo.

Me hirvió la sangre en las venas

y me le afirmé al moreno,

dándole de punta y hacha

pa dejar un diablo menos.

Por fin en una topada

en el cuchillo lo alcé,

y como un saco de güesos

contra un cerco lo largué.

Tiró unas cuantas patadas

y ya cantó pal carnero:

nunca me puedo olvidar

de la agonía de aquel negro.

En esto la negra vino

con los ojos como ají

y empezó la pobre allí

a bramar como una loba.

Yo quise darle una soba

a ver si la hacía callar,

mas pude reflesionar

que era malo en aquel punto,

y por respeto al dijunto

no la quise castigar.

Martin Fierro


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