• Nakaigetergehé o gente del monte.
Los Jaaukanigás, se originaron con la integración de los mepenes del litoral, que fueran dispersados por los españoles. A pesar de su separación geográfica, los tres grupos componían una cultura, con una lengua y comportamientos sociales comunes, según Dobrizhoffer: "... tendrían el mismo tipo de vida y de costumbres y la misma lengua. Llama la atención la concordia que existía entre ellos, la estable alianza cada vez que se presentaban algún problema contra el español al que consideraba enemigo innato ..."
Aspecto físico
Dobrizhoffer los describe: "... casi todos son de tal estatura que podrían formar parte del batallón de pyrobolarios austriacos...", "...Son casi siempre de formas nobles, rostro hermosos y rasgos similares a los europeos ...". y agrega que son muy proporcionados y carecen de deformaciones, no tienen joroba, papada, labio leporino y abdomen hinchado. Generalmente poseen nariz aguileña.
El significado de los tatuajes, no solo era para adornar la cara de hombres y mujeres, sino que eran indicadores de la pertenencia del individuo a una familia de la nobleza indígena o del rango militar de los jefes. Al referirse a las mujeres tatuadas, Dobrizhoffer dice:"... aquella que fuera más pintada, la reconocerás como patricia y nacida en un lugar noble".
Pedro Lozano en Gran Chaco Gualamba, escribió: "Dichos Abipones andan totalmente desnudos, aunque las mujeres se cubren con mantas de pellejos bien aderezados, a que llaman queyapí. Usan las armas que todos los del Chaco, y se pelan la cabeza al modo que los Guaycurús, aunque el cabello, que les queda algo largo, lo atan atrás con una trenza, porque no les impida cuando anclan en el agua, que es muy de ordinario, por ser grandes nadadores. Son de grande y fornida estatura, y bien agestados, pero se labran la cara y cuerpo, y se embijan, con que encubren la blancura natural. Taládranse el labio inferior de que pende un barbote o como acá llaman mbetá."
Organización social y política
Rara vez se casaban antes de los 20 años. El adulterio, la fornicación promiscua y el incesto no existía. Cuando alguno pretendía una muchacha para mujer, debía tratar con los padres y convenir el pago de la dote (tejidos, puntas de lanza, collares, etc.).
La costumbre criar a los niños dándoles en pecho durante tres años, período en el cual no se juntaban con los maridos, era causa de divorcios e infanticidios.
Abipones del Chaco, con armas y corazas de cuero de jaguar.
Formaban sus ejércitos en cuadros, en el centro se colocaban los arqueros y a los costados los lanceros. El jefe de cada escuadra se colocaba al frente de sus hombres. En la ilustración de Dobrizhoffer se observa esta distribución. En el centro el que comanda a los arqueros lleva una flecha en la mano derecha y el arco en la izquierda. A un costado el carcaj que era construido con la misma técnica con la que se hace un canasto tejido con pajas. Los tres llevan además del arma que los identifica, las cornetas con las cuales daban por iniciado el combate.
La mujer abipona era muy trabajadora: cuidaba los hijos, cocinaba, buscaba la leña, acarreaba el agua y preparaba la chicha. Confeccionaba las prendas y los productos de alfarería. También eran las encargadas de organizar los ceremoniales.
Los hombres, fuera de los tiempos de guerra, eran haraganes, se entretenían por las tardes en hacer alardes, los muchachos se ejercitaban desde el amanecer corriendo. Eran muy afectos a la embriaguez, en cambio las mujeres eran abstemias y les escondían las armas para que no se maten.
El poder político no estaba unificado, cada banda tenía un jefe -hombre o mujer-: Nelar'eyr'at (cabeza). Este cargo era hereditario, aunque podía ser removido por sus súbditos.
El candidato era sometido a una serie de pruebas de valor físico. Un día antes de la ceremonia de los honores militares, las mujeres de la comunidad se concentraban frente a la choza del elegido en horas de la tarde. Allí iniciaban una larga danza con cánticos y sonidos musicales. Al día siguiente, vestido en forma solemne sube a su caballo que se encuentra totalmente cubierto de plumas, campanitas y placas brillantes. Con la lanza en la mano, emprende una veloz carrera hacia el norte, seguido de todos sus soldados. Luego por el mismo camino regresa a su lugar de partida, allí una sacerdotisa lo espera. Baja del caballo y recibe la consagración que consiste en una oración que la misma recita solemnemente. Monta de nuevo y seguido por sus hombres emprende veloz carrera hacia el sur, hacia el este y hacia el oeste. Terminando este recorrido simbólico, que cubre los cuatro rumbos del universo, el jefe baja de su caballo, la sacerdotisa le afeita el cabello desde la frente hasta la nuca, dejándole un surco de unos tres dedos de ancho. Al finalizar el corte, la misma mujer, a viva voz explica a los demás sus virtudes y fundamentalmente sus hazañas militares. Finalmente le adjudica un nuevo nombre. Todo termina con un brindis que se encuentra preparado en un lugar cubierto de pieles en donde se colocaban vasijas con bebidas de miel.
Su mando era precario. No siempre lo obedecían; si no cumplían con lo que se les solicitaba, renegaban de su autoridad. En sus borracheras hasta los solían matar.
Guerra
Los abipones eran famosos por su espíritu guerrero. Desde pequeños los preparaban para el combate, acostumbrándolos a punzarse y lastimarse el cuerpo para no sentir dolor. Los jóvenes corrían desde el amanecer para mantenerse ágiles.
Antes del combate afeaban sus rostros para infundir espanto a los enemigos y celebraban un gran festín, las promesas que hacían borrachos, las cumplían cuando estaban sobrios.
Lozano, nos cuenta: "Cuando salen a la guerra se punzan muy bien la lengua, y con aquella sangre se untan todo el cuerpo, y sobre este matiz hacen mil labores con carbón, y de esta suerte, dicen ellos con el dolor que llevan, que cuanto topan lo destruyen sin distinción de edad o sexo, y su mayor alabanza es matar a cuantos más pudieren, y según el número de los que hubieren muerto, se les permite poner otras tantas plumas en el dardo."
Breve reseña histórica
Resistieron la conquista española bravamente. En 1641 los abipones ya habían adoptado los caballos que llevaban los colonizadores y se transformaron en los indómitos centauros del Gran Chaco.
En todo el curso del siglo XVII fueron incasables hostigadores de los españoles y en parte del XVIII -ya desgastados- no se dieron por vencidos y continuaron en su lucha. Los ataques abipones eran temidos en las ciudades de Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe, Corrientes y Asunción.
Las fuerzas españolas -reforzados con bandas guaraníes- los fueron acorralando. Hacia fines de la primera mitad del siglo XVIII, grupos de abipones fueron reducidos en misiones jesuitas (ver abajo). Tras la expulsión de los jesuitas, las reducciones abiponas se fueron despoblando hasta ser abandonadas en 1768. Durante el siglo XIX la cultura abipona fue desapareciendo, diezmados en enfrentamientos y absorbidos paulatinamente. Fueron indios dignos de mejor suerte.
Reducciones jesuitas abiponas San Jerónimo del Rey (1748)
Fundada en octubre de 1748, en la margen izquierda del arroyo El Rey -actual ciudad de Reconquista, Santa Fe-, con la presencia del Gobernador de Santa Fe, Francisco de Echagüe y Andía, el padre Horbegozo, rector del Colegio de los Jesuitas también de Santa Fe y los misioneros Cardiel y Nabalón junto a los caciques abipones Reregnaqui. Alaikin, Kuebachin e Ychoalay (bautizado como José Benavídez) que integraban sus parcialidades a la reducción.
El padre Martín Dobrizhoffer, que desarrollaría aquí la mayor parte de su tarea misionera, cuenta que una de las condiciones para reducirse impuesta por los caciques era que solamente los jóvenes serían convertidos al catolicismo: "Nosotros que ya estamos viejos, decia el bárbaro, queremos vivir y sentir a nuestro modo. No queremos en absoluto cansar a nuestra cabeza aprendiendo cosas nuevas". Otra fue la de poder entrar a la iglesia con sus armas, pues decían que un abipón no puede nunca separarse de ellas.
Casi trescientos abipones formaron al principio el pueblo, según Dobrizhoffer: "Atraía a la mayoría no el deseo de la religión, sino la novedad. Para no pocos fueron imán y anzuelo la esperanza de regalos, el deseo de carne de vaca que cada día se distribuía, y la seguridad. La mayoría pedía a los padres comida y ropa, no enseñanza". Los abipones no se adaptaban a la disciplina de los misioneros: "Salvo el bautismo que habían recibido siendo niños, nada conservaban de las costumbres cristianas".
Hacia 1760 se trasladaron a la orilla opuesta del arroyo El Rey, para evitar los problemas que producían las periódicas crecientes. Prosperó San Jerónimo, los sobrantes de cosechas y otros productos eran enviados a la Procuraduría de las Misiones, donde se los negociaba y enviaba materiales necesarios para la reducción, la ruta del intercambio podía ser por tierra, costeando el río o por agua utilizando el "Puerto de los Albipones", en la desembocadura de "El Rey", donde hoy se encuentra la estación fluvial de Reconquista.
Al momento de la expulsión de los jesuitas había 823 abipones reducidos. Purísima Concepción (1750)
Originalmente fundada en las riberas norteñas del Río Bermejo con el nombre de Concepción de Bermejo. Con la activa participación del jesuita José Sánchez se decidió su traslado a las costas del Río Salado. Con la construcción de una capilla y tres ranchos nace la reducción de la "Purísima Concepción de Abipones", en territorios que hoy corresponden al Departamento Quebrachos, sur de la provincia de Santiago del Estero.
El Acta Capitular del 28 de febrero de 1750, indica ese día como su fundación en la costa del Río Salado "como a diez leguas de la carretera real".
Al momento de la expulsión de los jesuitas -1767- había 400 abipones reducidos.
San Fernando del Río Negro (1750)
San Fernando del Río Negro fue una reducción fundada por los jesuitas el 26 de agosto de 1750 con abipones de la banda Jaaukanigás -su cacique era Ñaré Alaiquin-. Su creación fue impulsada por el gobernador de Corrientes Nicolás Patrón para proteger a su ciudad de los constantes asedios abipones; se estableció en la otra margen del Río Paraná, en lo que hoy es la ciudad de Resistencia, provincia del Chaco.
En 1753 albergaba 679 abipones. Al ser expulsados en 1767 los jesuitas la orden franciscana se hizo cargo hasta su abandono en 1773.
En 1865 los franciscanos con indios vilelas que respondían al cacique Leoncito fundaron en el mismo lugar la reducción San Buenaventura del Monte Alto, abandonándola definitivamente en 1872. En el paraje -llamado San Fernando- quedaron varios obrajes que explotaban la riqueza forestal y por unos años las huestes de Leoncito.
Monolito sobre la Avenida 25 de Mayo en la ciudad de Resistencia. Homenaje de la comunidad a los fundadores de San Fernando del Río Negro, la placa dice: "Resistencia a los Fundadores de San Fernando del Río Negro 1750 - 26 de agosto de 1950" Santo Rosario y San Carlos del Timbó (1763)
El gobernador del Paraguay, José Martínez Fontes logró un acuerdo de paz con los abipones del Bermejo del cacique Guachichi y el 24 de noviembre de 1763, se fundó la misión jesuítica abipona del Santo Rosario y San Carlos del Timbó en el lugar en donde hoy se encuentra la población de Herradura en la provincia de Formosa.
El padre Martín Dobrizhoffer fue el elegido para dirigir la nueva reducción por su experiencia misional y sus conocimientos de la lengua y costumbres de los abipones. El misionero debió esforzarse por convencer a los aborígenes para que se acerquen a la reducción, San Carlos carecía de los elementos indispensables para funcionar, el ganado que proveía la estancia era escaso y las alimañas, la viruela y otras enfermedades hacían estragos entre los indios. Además eran continuamente asediados por los tobas y mocovíes, quienes llegaron a penetrar en el poblado.
Dobrizhoffer se las arregló para enseñar a los abipones a cultivar la tierra y logró algunos resultados promisorios, especialmente en el cultivo del tabaco. La mala calidad de las herramientas que le habían remitido y la escasez de semillas le impidió mayores progresos en este sentido. En medio de tantas penurias y padecimientos el misionero, con su salud quebrantada, debió solicitar su reemplazo y traslado a las misiones guaraníes. Los padres José Brigniel y Gerónimo Rejón continuaron su tarea pese a que el Cabildo de Asunción nunca los asistió. En septiembre de 1766 el padre Rejón informó que los indios se hallaban sujetos, asistían a la doctrina, acudían a las iglesias y entregaban a sus hijos para su enseñanza v bautismo.
Las tareas de labranza también continuaban progresando y en 1767 la población ascendía a 350 almas; la expulsión de la Compañía de Jesús puso punto final a esta labor evangelizadora.
Retirados los jesuitas, fue designado el padre Lorenzo de la Torre para continuar con el trabajo misional, con la ayuda de un destacamento de soldados, pero la mayoría de los indígenas huyó de la reducción.
La última imagen es un esquema de la reducción realizado por el padre Dobrizhoffer.
Abipones del Chaco, con armas y corazas de cuero de jaguar.
Formaban sus ejércitos en cuadros, en el centro se colocaban los arqueros y a los costados los lanceros. El jefe de cada escuadra se colocaba al frente de sus hombres. En la ilustración de Dobrizhoffer se observa esta distribución. En el centro el que comanda a los arqueros lleva una flecha en la mano derecha y el arco en la izquierda. A un costado el carcaj que era construido con la misma técnica con la que se hace un canasto tejido con pajas. Los tres llevan además del arma que los identifica, las cornetas con las cuales daban por iniciado el combate.
Reducción abipona de San Jerónimo Rey 1748
Monolito sobre la Avenida 25 de Mayo en la ciudad de Resistencia. Homenaje de la comunidad a los fundadores de San Fernando del Río Negro, la placa dice: "Resistencia a los Fundadores de San Fernando del Río Negro 1750 - 26 de agosto de 1950"
Santo Rosario y San Carlos del Timbó (1763)
El gobernador del Paraguay, José Martínez Fontes logró un acuerdo de paz con los abipones del Bermejo del cacique Guachichi y el 24 de noviembre de 1763, se fundó la misión jesuítica abipona del Santo Rosario y San Carlos del Timbó en el lugar en donde hoy se encuentra la población de Herradura en la provincia de Formosa.
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