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Qué hizo la dictadura con la literatura infantil


El documental "Los libros cautivos" recupera una parte poco conocida de la historia


Un trabajo realizado por egresadas y egresados de la Facultad de Artes de la Universidad de La Plata ofrece un muy buen planteo sobre los cortes que buscó el gobierno de facto en materia editorial.


Por Karina Micheletto




La quema de libros del CEAL quedó en la memoria como un de los símbolo de la dictadura. (Fuente: Ricardo Figueira)

La quema de libros del CEAL quedó en la memoria como un de los símbolo de la dictadura.. Imagen: Ricardo Figueira

La semana de la memoria fue ocasión para recordar y recorrer los múltiples horrores en los que ahondó la última dictadura cívico militar, los objetivos buscados por ese plan sistemático, las consecuencias que permanecen aún hoy en el entramado económico y social de un país que, sin embargo, supo hacer de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia una bandera que lo distingue en todo el mundo. Entre las múltiples formas de desaparición que ejecutó la Junta Militar estuvo, también, la de los libros. Libros censurados, libros prohibidos, libros quemados por temor, libros mandados a quemar. Tal vez se ha hablado menos de lo que pasó con los libros infantiles durante ese período de la historia, una época de esplendor creativo, expansión temática y estética y consolidación editorial a nivel local, que también apuntó a cortar de cuajo la dictadura. El documental Los libros cautivos, dirigido por Gabriela Fernández, que hoy a las 21 podrá verse en el cine municipal Select de La Plata (en el Pasaje Dardo Rocha, calle 50 entre 6 y 7), con entrada popular, recupera esa parte menos conocida de la historia.


Más que una tesis

Mezclando entrevistas actuales con archivos de época, el trabajo tiene el gran mérito de enmarcar y documentar, a través de diversos relatos que se van hilvanando, una historia reciente con un presente que es también de gran expansión para la literatura infantil y juvenil, aunque con características bien diferentes. Marca así cortes (la forma que adoptó un mercado que a partir de entonces comenzó a concentrarse cada vez más) y continuidades (una tradición de sello propio, que reconoce referencias de la calidad de las monumentales y trasgresoras Eudeba de Boris Spivacow, y el posterior Centro Editor de América Latina).




Ricardo Figueira, miembro del CEAL, fue obligado a fotografiar la quema de libros.

Sorprende, por su calidad y por este modo de contextualizar el tema, que se trate de un trabajo realizado por egresados de la Facultad de Artes de la Universidad de La Plata, cuya génesis fue, de hecho, un trabajo de tesis. Forman parte de la trama investigadoras como Gabriela Pesclevi, Florencia Bossié y Judith Gociol, y figuras que vivieron aquellos años desde adentro del mundo editorial, como Amanda Toubes, una de las trabajadoras del CEAL, y Ricardo Figueira, archivista y director de colecciones de la editorial, fue obligado a fotografiar la histórica quema de libros que ordenó un juez de la dictadura, y que se ejecutó en un baldío de Sarandí.


Un mapa, un plan

"El mapa del mercado editorial era muy diferente al que terminó configurándose después de la dictadura: muchos pequeños sellos, muy diversos, con mucha cabida a distintas ideologías, una literatura en movimiento, una literatura infantil que en los 60 empezó a mostrar variantes más progresistas", describe Gociol, una de las personas que más ha investigado sobre el género en la Argentina.


Marca que el libro era por entonces un objeto muy incorporado a la cotideanidad (Eudeba y el CEAL hicieron su buena parte para que esto fuese así), y que por eso mismo fue uno de los objetos perseguidos. "El plan completo tenía que ver con la destrucción no solo física de personas, sino también simbólica", apunta.




Las prohibiciones de obras y autores (entre las más simbólicas, las de Elsa Bornemann o Laura Devetach, acusada entre otras cosas de "exceso de imaginación", según consta en el decreto que ordena su censura de La torre de cubos) han sido exhaustivamente documentadas por Pesclevi en Libros que muerden, que fue una muestra, un ciclo y un libro de la Biblioteca Nacional en tiempos en que Horacio González fue su director. La histórica quema de ¡24 toneladas! de fascículos, libros y colecciones enteras del CEAL en 1980 fue también muy bien registrada en trabajos como el del periodista Alejo Moñino, que también recogió testimonios de Toubes y Figueira.


Ahora Los libros cautivos hilvana estas historias y estos relatos para ofrecer un panorama muy completo y enmarcado de lo que quiso hacer la dictadura con los libros infantiles en la Argentina. Los cortes que produjo, los que no pudo lograr a pesar de todos los buenos esfuerzos invertidos, incluidos los de civiles. Y sobre todo proyecta esta historia en un presente que, a la vista está, sigue pecando de "exceso de imaginación".




Escena

* Los libros cautivos es una tesis colectiva interdisciplinaria de egresados y egresadas de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata. Dirigida por Gabriela Fernández, la producción general de la película es de María Josefina Fantaguzzi; dirección de arte y escenografía, Lila Eugenia Caramagna; montaje, María Lucrecia Caramagna; dirección post producción de imagen, Fabián Cercato, dirección de sonido, Germán Suracce; ilustraciones y animaciones, Verónica Barbera.

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