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SAN MARTIN Y LOS CAUDILLOS FEDERALES

(Por Jorge Sulé) Las jornadas de la preparación independista y el desarrollo espectacular que le demandó su épico esfuerzo del cruce cordillerano y las grandes llamaradas de Chacabuco y Maipú, que consolidaron la independencia de Chile y lo catapultarán hacia el Perú, no evitaron que el Libertador siguiera mirando con honda preocupación las vicisitudes políticas internas de su país. Por esas épocas, y en un principio, creyó que la causa del espectáculo anárquico que ofrecían las “desunidas Provincias del Plata”, como él las llamara alguna vez, era el proclamado federalismo que exigían las provincias al centralismo porteño y que esa obstinación conduciría a la disolución nacional. Pero poco a poco fue corrigiendo su punto de mira político. Con su apreciación pragmática y realista, que iba surgiendo de su aprendizaje de las distintas realidades de las tierras americanas, observó que los caudillos provinciales, no obstante sus localismos, no eran centrífugos, por el contrario, aspiraban a la unidad: las autonomías que exigían las hacían en nombre de la Nación a la que se sentían indisolublemente unidas y ligadas. Su fino olfato político lo convenció que el desenlace de la guerra de la emancipación lo podían concluir favorablemente en la medida que se “gestara una alianza igualitaria entre Buenos Aires y los conductores provinciales”. Los caudillos entendieron. El centralismo porteño no. “El centralismo faccioso directorial-unitario, malograba esa posibilidad y posponía la prosecución bélica en aras de su propio sostenimiento político”. Efectivamente: el gobierno había iniciado gestiones en Brasil que estimularían las propias ambiciones territoriales lusitanas: su expansión hacia la Banda Oriental. Este desatino antinacional de resignar territorios a favor de Brasil, perseguían, entre otras cosas, el deleznable propósito de sacarse de encima al caudillo argentino oriental José. G. Artigas de decisiva influencia en la Banda Oriental y el litoral argentino. El resultado de estas gestiones fue la invasión de Brasil a la Banda Oriental, conducidas las tropas brasileñas por el general Lecor, con la consiguiente neutralización de Artigas y nuestra mutilación territorial. Los caudillos del litoral, por ésta y otras razones (los intentos monárquicos gestionados en Europa), resolvieron enfrentar al gobierno porteño. Este llamó a San Martín para que con sus efectivos lo protegiera del envión caudillesco. Pero San Martín –quizás ya advertido de la verdadera significación de los antagonismos - se negó a concurrir argumentando la prioridad emancipadora sobre cualquier otra cuestión. En los hechos, les dejó las manos libres a Estanislao López y Francisco Ramírez para que le propinaran una “paliza” a Rondeau, lo que sucedió en la batalla de Cepeda (1820), cayendo así el régimen directorial-unitario que estaba en colusión vergonzosa con Brasil. No se trata por lo tanto de un simple enfrentamiento entre directoriales y montoneros, ya que estos últimos aparecían luchando por la integridad del patrimonio territorial y los primeros, por razones de subalternas políticas, aparecían con una frivolidad espeluznante desprendiéndose de extensiones inmensas de territorio, regalando con dispendiosa prodigalidad a la corte de Don Pedro del Imperio del Brasil una porción importante de nuestra heredad hispánica. Para San Martín, la emancipación de la América Española conllevaba inevitable y necesariamente la conservación de su patrimonio territorial y, si fuera posible, su unidad e integración en grandes bloques: esa era su idea-fuerza. Las formas políticas organizativas deberían corresponderse con esa idea fuerza. En otras palabras, para San Martín primero estaba su idea fuerza y luego las formas organizacionales que se adaptaren mejor a su prioridad, formas que asegurasen la independencia de España y de cualquier otra nación extranjera y la integridad territorial. He aquí el silogismo axiológico de San Martín. Esta axiología lo fue acercando a los caudillos, ya que advirtió que en el aferramiento a la tierra que demostraban y el repudio a toda connivencia extranjera y europeizante que expresaban, estaba ínsito su propio ideario, por lo que el acercamiento fue mutuo. Ambos eran contrarios a la conquista portuguesa sobre territorios rioplatenses y a la instauración monárquica borbónica en el país. San Martín no transigió con ninguna de las ramas de los Borbones, ni la española ni la francesa gestada en las tramitaciones oficiales. Tampoco aceptó dar ventajas a los Braganza mezclándolos en los pleitos internos del país....su visión de los problemas nacionales tenía notorias afinidades con los caudillos; enfrentaban los mismos enemigos y la misma sinuosidad de una política enfeudada a extraños intereses. Y aunque no se expidiera explícitamente por el federalismo (que lo vio al principio como riesgoso), tuvo una ostensible inclinación personal hacia los jefes federales. Por otra parte, fueron ellos los que le demostraron adhesión y lealtad ante el silencio y la hostilidad que recibió San Martín del gobierno unitario de Buenos Aires. La correspondencia que tiene con los caudillos y gobernadores federales Guemes, Artigas, Aráoz, Estanislao López, Bustos, Heredia, Ibarra y Facundo Quiroga es harto significativa, amén del sostén en hombres y vituallas que procedían invariablemente de las provincias mientras le eran negados por Buenos Aires. Esta vinculación “teóricamente entraña el conocimiento del régimen federal; pero políticamente eran la comprensión que San Martín tenía del fenómeno del caudillismo como expresión espontánea y exuberante de las masas y del sentimiento autonómico de los mismos”. Reflexión que parte de un investigador poco proclive a simpatizar con los jefes federales. Historias del Federalismo Rioplatense.


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