Entre las supersticiones de la gente que habita el campo y los cerros argentinos, esta la de la Luz Mala o Farol de Mandinga, Leyenda o mito de carácter religioso que se extiende por casi todo el Noroeste y Centro de nuestro país.
Los fuegos fatuos son el producto de gases exhalados por huesos o sustancias orgánicas que se hallan enterradas o en descomposición, conjugados con los factores de clima.
Estas luces especiales suelen verse en algunas épocas del año, a la oración (al caer la tarde), en quebradas de los cerros o en la inmensidad del campo, “como flotando en el aire”.
Los paisanos llaman a estos fuegos fatuos Luz Mala. Según ellos, estas luces proceden de un alma que se halla en pena, y vaga por el lugar en busca de auxilio y compasión.
Si rezan por el alma que se acerca a ellos, esta no los perseguirá, que es a lo que temen. Ni el gaucho más valiente pasara cerca de una de ellas sin antes sacarse el sombrero y orar, con los ojos azorados ante la Luz Mala.
El 24 de agosto, día de San Bartolomé, es el día mas propicio para verlos porque es cuando el haz de luz que se levanta del suelo parece estar mas brillante, y esto se debe a la influencia maligna, ya que la creencia popular estima que es el único día en el que Lucifer se ve libre de los detectives celestiales y puede hacer de las suyas. También se cree que el alma en pena quiere avisar en dónde se encuentra enterrado un tesoro que dejó al morir. Si bien generalmente inspira temor, suele despertar a veces ilusiones de riqueza. Pero los paisanos tienen cuidado antes de cavar allí donde esta el fuego fatuo, porque muchas veces ha emanado un gas toxico (producto de la descomposición mencionada) que fue mortal para el aventurado excavador.
Otras veces se ha encontrado alfarería indígena, huesos o urnas funerarias con restos humanos, lo que ahondo el terror de la gente y propago la superstición.
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