𝐏𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫 𝐂𝐨𝐫𝐫𝐞𝐧𝐭𝐢𝐧𝐨, 𝐥𝐚 𝐩𝐮𝐣𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐟𝐚́𝐛𝐫𝐢𝐜𝐚 𝐚𝐳𝐮𝐜𝐚𝐫𝐞𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐟𝐮𝐞 𝐞𝐦𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐏𝐫𝐨𝐯𝐢𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐝𝐞 𝐂𝐨𝐫𝐫𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬. 𝑬𝒍 𝒊𝒏𝒈𝒆𝒏𝒊𝒐 𝒔𝒖𝒑𝒐 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒓 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒐𝒔 𝒆𝒏 𝒑𝒓𝒐𝒅𝒖𝒄𝒄𝒊𝒐́𝒏 𝒂 𝒏𝒊𝒗𝒆𝒍 𝒏𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒂𝒍. 𝑷𝒂𝒔𝒐́ 𝒑𝒐𝒓 𝒗𝒂𝒓𝒊𝒂𝒔 𝒆𝒕𝒂𝒑𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒆𝒔𝒑𝒍𝒆𝒏𝒅𝒐𝒓 𝒚 𝒅𝒆𝒄𝒂𝒅𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂, 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒇𝒊𝒏𝒂𝒍𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆𝒅𝒂𝒓𝒐𝒏 𝒍𝒂𝒔 𝒓𝒖𝒊𝒏𝒂𝒔.
Desde las últimas décadas del siglo XIX y hasta mediados del XX, una industria pujante y exitosa tuvo lugar en Corrientes, a pocos kilómetros de la capital. Se trata del ingenio Primer Correntino, que llegó a tener reconocimiento internacional y fue un baluarte para el sector azucarero.
Durante su funcionamiento y en su esplendor, el establecimiento fue fuente de sustento para muchas familias de Corrientes y de la región, y fue además el responsable del nacimiento del pueblo que perdura hasta ahora y lleva su nombre.
Su desaparición representó más que el cierre de una fábrica, sino que significó más que nada el fin de una era, dejándose prácticamente de cultivar caña y de fabricar azúcar como lo hacía aquel gigante ubicado cerca de Santa Ana de los Guácaras.
La industria desembarcó en Corrientes en 1882 y tuvo una primera etapa hasta 1900 en la que fue marcada por la organización, según señala la licenciada en Historia Dina Alicia Cocco. Hasta ese momento, la producción se realizaba solamente de manera doméstica y la industria era artesanal. El comercio, consecuentemente, se daba a baja escala y en el intercambio por otros productos.
Ya instaladas las primeras máquinas, la primera azúcar producida en el ingenio Primer Correntino vio la luz en julio de 1882. Esto generó un impacto que fue mucho más allá de lo meramente comercial y económico. Los diarios de aquella época hablaron de festejos que se extendieron en Santa Ana y en la capital y se convirtió en el tema del momento.
La instalación del ingenio fue además de trascendencia regional, ya que insertó a esta parte del país en un sector que hasta ese momento estaba dominado casi exclusivamente por el noroeste argentino. Para el funcionamiento de la industria, se compraron los terrenos adyacentes para las plantaciones de cañas de azúcar. Destacan los relatos de esa época que el suelo tenía inmejorables condiciones, ya que era fértil, arenoso y permanentemente húmedo por la presencia de lagunas en ese sector.
El comienzo tuvo varios traspiés, como la quiebra del primer inversor, pero la llegada de nuevas personas interesadas por el negocio revitalizó la industria que terminaría llegando a lugares sobresalientes. Para 1900, la fábrica era un edificio rectangular de 46 por 43 metros, aproximadamente.
La construcción era de ladrillos y en su interior estaba dividida en diez departamentos con máquinas que participaban del circuito productivo completo, desde la caña hasta el azúcar y el alcohol que se producía para comercializar.
La instalación del ingenio produjo, como suele ser habitual, la instalación de familias en las cercanías y el desarrollo de actividades que tenían que ver con la industria azucarera. Dentro de la fábrica, poco después de su apertura, trabajaban ya más de 100 personas. También, antes de que termine el siglo XIX, se habilitaron los tramos del ferrocarril entre el ingenio, San Luis y la Capital. El tren llegó para dar solución a las dificultades que había para el traslado de la mercadería y materias primas por el mal estado de los caminos.
Pero la crisis económica hizo que se levanten las vías del tren y vaya a remate el ingenio, ambos en quiebra cerca de 1900. Allí comenzó una nueva etapa, que sería aún más exitosa, alcanzando incluso renombre internacional.
Esplendor Catillón y Nalda y Cía. compraron el ingenio Primer Correntino en 1900. Según el censo de 1913, Corrientes tenía en esa época 1.162 hectáreas cultivadas de caña de azúcar, quedando cuarta en el ranking nacional. Los nuevos propietarios realizaron además una importante inversión en maquinaria, lo que se tradujo en un mejor proceso productivo, más ágil y eficiente.
“La fábrica está admirablemente establecida”, expresaba un diario de Buenos Aires en aquellos años al hablar del ingenio correntino. Para la década de 1930, se producía alcohol para licores y etílico para uso medicinal, además de las bolsas de azúcar que se repartían en toda la provincia. El tren partía desde el ingenio hasta la estación que funcionaba donde hoy se encuentra el Ministerio de Producción, frente a la plaza Libertad, y desde allí se distribuía en carros a los almacenes.
Pero tras el esplendor llegó la decadencia. Nuevos impuestos y obligaciones que marcaba el Estado como las mejoras salariales, aguinaldo y condiciones dignas de vivienda para los obreros hizo que los propietarios decidan cerrar el ingenio. Esto tuvo repercusión directa allí mismo y en otras localidades, ya que se había extendido la siembra de caña, algo que comenzó a desaparecer nuevamente. En 1950, una nueva empresa compró el ingenio, donde instalaron una fábrica de bebidas alcohólicas. Allí se producía caña, vodka y brandi, abandonando completamente el azúcar como producto final de comercialización.
Pero, para 1962, las actividades ya estaban prácticamente paralizadas y, tres años después, el Gobierno provincial decidió expropiarlo por considerarlo terreno improductivo.
Así, tras el nacimiento, el esplendor y la decadencia, quedaron solo las ruinas y el recuerdo de lo que fue una industria pujante que ubicó a Corrientes entre las primeras del país en producción de azúcar y alcohol.
Fuente: Republica de Corrientes.
Fotos: REGION LITORAL
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