EL IMPERIALISMO INGLÉS Y RIVADAVIA Con todo, no fue este trastrueque de valores lo más deplorable del partido de las luces. La injerencia económica británica, empezada en 1809 con la apertura del puerto de Buenos Aires al libre comercio con Inglaterra (en perjuicio de los artesanos nativos que no podían competir con las maquinofacturas de Manchester y Birmingham), seguida con las disposiciones favorables al comercio exterior del Directorio, pareció consolidarse definitivamente en tiempos de Rivadavia. Un banco privado, que acabó manejado desde Londres, tuvo el monopolio del crédito, la facultad de emitir moneda y la custodia de los dineros públicos. Un empréstito británico (que llegó disminuido, y jamás se aplicó a finalidades nacionales), cuyos servicios de intereses y amortizaciones no pudieron pagarse, pendía como espada de Damocles sobre la cabeza de los argentinos pues toda la tierra pública, recursos de aduana y "demás bienes" habían sido dados en garantía. E Inglaterra podía ejecutar la garantía incautándose de los bienes prendados, o habría de apoderarse de la aduana o la tierra pública: la sola amenaza bastaba para manejar a los gobiernos del Nuevo Mundo; Inglaterra era generosa con sus amigos, siempre que se mantuviese amigos .
No pararon allí los desaciertos. Un congreso de doctores, elegidos de buena fe en 1824 por los caudillos provinciales para reanudar la unidad nacional y recuperar, por lo menos, la Banda Oriental, se alzó con el país prescindiendo de la realidad que lo sostenía y circundaba. Se olvidó de la guerra con Brasil que un gobernante patriota – Las Heras – había preparado, y declarado en enero de 1826: lo reemplazó en el poder con Rivadavia quien, olvidado de la guerra puso exclusivamente su empeño en nacionalizar las riquezas minerales previamente entregadas a una compañía británica de la que era presidente. Como las provincias entendían ser las dueñas de su riqueza armó un ejército, llamado presidencial, (para éste dio dinero el banco inglés, que lo rehuía al que peleaba contra el enemigo exterior), ejército que puso a las órdenes de Lamadrid y encargó voltear las situaciones federales. Contra Lamadrid fue Quiroga con las milicias imbatibles de La Rioja para vencerlo en el Rincón de Valladares el 6 de abril de 1827.
Pocos días después una liga de gobernadores exigía patrióticamente el retiro del Presidente y disolución del Congreso, comprometiéndose a seguir ellos la guerra contra Brasil
Así fue la guerra civil llamada de la Presidencia (1826-1827)
JOSE MARIA ROSA
Historias del Federalismo Rioplatense.
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