Curuzú Jaime, un mito escondido en las aguas claras de Ramada Paso. Corrientes.
Antiguamente, ante la falta de colectivos y otros transportes modernos, los lugareños se trasladaban de un lugar a otro con carretas tiradas por bueyes, entre ellos, los comerciantes que traían productos de la Capital y llevaban otros de Ramada Paso. Jaime era uno de esos comerciantes, con su carreta y sus bueyes.
Los pobladores con mayor claridad en su memoria, contaron que en su recorrido habitual había llegado por la tardecita a la casa de Marta Trinidad Sotelo, una vecina del lugar que tenía un negocio, para cargar nuevos productos luego de haber vendido todo lo anterior.
Como se avecinaba el mal tiempo, le insistieron que se quedara en el galpón hasta que se calmara. Jaime se negó y continuó su viaje, el mismo recorrido de siempre, a través de un paso que se encontraba cerca de la laguna.
Al rato, cayó una tormenta de intensa lluvia y granizos. El relato local dice que los bueyes se asustaron y, perdidos en la oscuridad, se metieron en la laguna donde se ahogaron junto al mercader.
Al día siguiente, unos paisanos que pasaban por el lugar, desde lejos observaron en la laguna las maderas de la carreta flotante, los bueyes ahogados, pero el cuerpo del gaucho Jaime nunca apareció.
En el lugar que sucedió la tragedia, los pobladores colocaron una cruz («curuzú» en guaraní), y desde entonces se volvió un sitio al que acuden en tiempo de sequía, a pedir que llueva dejando como ofrenda botellas.
Esta cruz se conserva en el predio del complejo recreativo, con un cartel identificatorio que recuerda y preserva la historia del gaucho Jaime que, así como muchos mercaderes del Interior correntino, dejaron marca de su paso a través de caminos, lagunas y memoria de los pueblos. Region Litoral
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