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Foto del escritorBuen Dia Corrientes

LA LEYENDA DE LA CHICHARRA (CIGARRA O COYUYO)

Decían que la cigarra fue una hermosa niña cantante, de fama singular, no sólo por su belleza sino por la melodía de su voz. Con sus canciones alegraba el ambiente y extasiaba a cuantos la escuchaban. La niña solía recibir visitas de los forasteros del lugar, que querían arrancarle el secreto de su dulce voz. Cierto día impulsada por un espíritu maléfico fue internada en las proximidades del bosque. Nadie pudo dar con el paradero de la joven y entonces los lugareños se pusieron explorar y con sorpresa la vieron sentada sobre una roca de color violáceo (itakarú) entonando una canción. Pero, al intentar apoderarse de ella, ocurrió algo extraño, todo el ambiente se conmovió, temblaba la tierra y se agitaban los árboles, y en presencia de todos los espectadores, la niña fue transformándose por acción del egoísmo maléfico de un ser muy renombrado por nuestros abuelos, (el Ka'aguy-póra). La niña cantante convertida en insecto voló y fue a posarse en la copa de un árbol, desde donde empezó a tararear primero y luego a cantar monótonamente como la cicharra. Por eso la gente del campo acostumbra poner dentro de sus guitarras, arpas y violines, una chicharra al sol para que sus instrumentos tengan más sonoridad. Más info Su “escándalo” es más bien arrullo pero traen un mensaje: viene agua Si se busca el significado del nombre de este animalito alado, encontraremos que se llama así a «una persona muy habladora, especialmente si resulta molesta». Y es que el ruido que hacen las chicharras puede ser un dulce susurro pero también puede montar hasta un monótono chillido bastante ensordecedor. Lo indudable es que las chicharras y su canto hasta reventar –porque así es la cosa- es un sonido con el cual crecimos. Suena familiar y se extraña cuando ya no se escucha. Hace tiempo que no están en las zonas muy urbanizadas. Aparentemente les molesta el exceso de urbanización. Tampoco es que están prodigándose sin medida pues desaparecen y aparecen con prolongadas pausas de por medio. De niños se solía coleccionar las chicharras ya muertas. Chillan hasta que estallan y se secan. Era común, cuando los bichitos no faltaban y su canto era frecuente, oír decir para calmar alguno furioso: “Te vas a reventar como una chicharra”. Frecuentemente, su canto es señal de que lloverá. Recordamos a las madres y abuelas: “Oye las chicharras, los niños que vengan dentro de la casa”. El canto rechinante, según National Geographic, “se multiplica hasta convertirse en un zumbido abrumador cuando es producido a la vez por cientos de estos insectos”. Pero hay expertos quienes aseguran que, si bien la aparición de las chicharras suele ser en simultáneo con el clima lluvioso, la única relación es que el insecto necesita de la humedad del aire para empezar su metamorfosis. Son millones de chicharras –que en algunas latitudes prefieren llamar cigarras- las que salen de sus guaridas subterráneas. Anuncian su llegada plagando el terreno de pequeños huecos. Viven bajo la superficie y se alimentan de la savia que tienen los árboles. Los machos salen primero y esperan galantemente a sus doncellas. Se aparean en rituales que duran entre 4 y 6 semanas y ese es el tiempo que viven las hembras pues al poner sus huevos, ya mueren. Son los machos los que cantan valiéndose de las membranas que tienen en su abdomen a las que llaman timbales pues actúan como caja de resonancia y cuya vibración puede llegar a los 86 Hz. Ése es el secreto que produce sus diferentes tonalidades aunque siempre parezca un sonido repetitivo. Y no sólo hay una especie de chicharra, se ha registrado casi 3.000. Ellos no cantan, suenan y tienen sus ratos de preferencia para entonar su concierto de verano. Calor y chicharra parece un binomio inseparable. Y, según los entendidos, eso que llamamos comúnmente canto se llama “estridular”. Y lo más sorprendente es que se trata de un sonido emitido por los machos que puede ser captado por las hembras a más de un kilómetro de distancia, según comentaba José Luis Gallego (del blog EcoGallego). Pero algo es claro: las chicharras “cantan” gracias a un mecanismo de producción sonora que solo ellas poseen y que no está presente en ningún otro insecto. Anuncian la lluvia Muy probablemente, siendo estos grandes insectos -algunos ejemplares pueden llegar a superar los seis centímetros de longitud- de tierra caliente, es en temporadas cálidas cuando se les oye. Las temperaturas que suelen subir previo a un aguacero que viene, precisamente, a refrescar el ambiente. Tal vez por ello es que su sonido se relaciona con la inminencia de lluvias. Aunque hay quienes sostienen que el ruido que solemos escuchar, ese sonido característico que nos mantiene despiertos algunas noches de abril, tan solo es la canción de cortejo de las chicharras macho. No son destructivas como las langostas y respetan a los “viejos” como no lo hacen otras especies y menos los humanos. Las árboles jóvenes sufren considerablemente cuando cientos de chicharras desovan en sus ramas, pero los viejos no sufren daños graves. Se caracterizan por desarrollar cuerpos robustos, sus cabezas son anchas y las alas son transparentes membranas. Esas alas y unos grandes ojos compuestos son quizá su sello distintivo más peculiar. Orina como chicharra Otra de las curiosidades que estos animalitos orinan. Más de una vez nos ha ocurrido que ciertas gotitas nos “bañan” en el jardín. Y es que estas cantantes hacen pipí y es lógico pues se alimentan sólo del líquido lleno de azúcares nutrientes que succionan de los árboles. Beben sus jugos lo cual deben expulsar en algún momento. Así que, cuando una persona suele ir mucho al baño, se le dice: “Orinas cual chicharra”. Algunas, al volar, muestran una especie de cola sedosa que oscila con el viento. El entomólogo German Vega, del Museo Nacional (Argentina), explicó que estos son aceites del árbol que la cigarra también ha excretado y que se endurecen con el aire. Hay una creencia popular criolla que dice que hay árboles que lloran sangre conmemorando la crucifixión de Jesús. «Mejor guarde el crucifijo y saque la sombrilla: lo más probable es que aquello sean orines de chicharra que se alimentan de un árbol de savia rojiza», advierte un experto. Vida pública, corta y escandalosa Las fascinantes costumbres de estos insectos han sido motivo de asombro desde épocas antiguas. Muchas culturas, como la china, las consideraba como un poderoso símbolo de renacimiento. La realidad es que se trata de un insecto con una vida pública corta y escandalosa, al que también llaman “bichos del sol” debido su preferencia por pulular entre los calores de la Semana Santa. Tal vez a ello deban que se les relacione con la Resurrección. La cantautora Mercedes Sosa entonaba: “Cantando al Sol como la cigarra / después de un año bajo la tierra”… Aleteia

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