Era una mujer pobre y haragana que tenía como único abrigo para el invierno una frazada rota. Por las noches tiritando de frío decía: "Mañana coseré mi frazada". Al día siguiente salía con su cobija, y como le parecía que el sol calentaba bien, pensaba que no era tan urgente arreglar su prenda, y se entregaba al sueño tranquilamente. Esto sucedía todos los días hasta que la frazada se destrozó por completo y su dueña tuvo que ir durante la noche a buscar abrigo en las cuevas de los animales. Dios, al comprobar su haraganería, la convirtió en el feo reptil cuya piel recuerda la frazada sucia y rota.
top of page
BUENDIACORRIENTES
PERIODICO DIGITAL
bottom of page
Comentarios