Cuenta la leyenda que Carau fue un muchacho apuesto y muy buen bailarín, aparte de guitarrero y cantor que vivía en compañía de su madre, para quien eran todos sus cuidados y desvelos. Pero cierta vez que ella enfermo seriamente, Carau agoto sus esfuerzos para atenderla con medicación casera, y al no tener mejoría resolvió marchar al atardecer al pueblo más cercano, distante barias leguas del rancho. En el camino encontró un baile donde se acerco por curiosidad, pero enseguida se confundió con los bailarines, atraído por una muchacha muy bella, que a su ves coqueteaba con el teniendo, en cuenta que sobre sobresalía entre todos, por su postura y elegancia.
Olvidando por completo la enfermedad de su madre, continuo bailando toda la noche hasta que de madrugada un amigo le trajo la noticia que su madre avía muerto. ¡No importa mi buen amigo! – Respondió Carau – hay tiempo para llorar! Sin embargo atormentado por el remordimiento salió del baile para hacerse cargo de su madre muerta. Cuenta la leyenda que durante mucho tiempo peregrino por el pago sin hallar consuelo. La ropa oscura que usada desgastada y desteñida por el tiempo y la intemperie se hizo trizas transformándose después en plumas, los brazos se volvieron alas y el cuerpo adquirió la forma de un ave se largo y vivir por los esteros. Cuenta la leyenda que la muchacha que lo retuvo en el baile también se convirtió en ave, tomando la forma de la pollona, y lo acompaña al carau en su constante peregrinar.
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