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Foto del escritorBuen Dia Corrientes

LA LEYENDA DEL CHOGÜÍ

Hay varias versiones de esta leyenda guaraní. La siguiente es una de ellas: Una joven india guaraní tenía un hijo y este no tenía con quién jugar; su única diversión era mirar cómo volaban los pájaros tan libres y tan dueños del cielo. Al indiecito le gustaba mucho encaramarse, subirse a los naranjos a comer las ricas naranjas. Su madre cada vez que salía a trabajar le encargaba que no saliera de la casa, ya que podía venir un animal salvaje y hacerle daño. Siempre prometía hacer caso, pero la mayor parte de las veces llegaba la mamá y no encontraba a su hijo, que atraído por el bosque andaba deambulando por él. Un día lo castigó fuertemente con una rama y le hizo prometer no ir más al bosque. Durante mucho tiempo cuando la madre volvía él ya estaba en casa. Pero un día estaba en lo alto de un naranjo mirando el camino para ver venir a su madre para bajar corriendo, pero no la vio llegar. Cuando la madre llegó a su rancho y no lo encontró, lo llamó fuerte y el niño la escuchó. Al querer bajar tan rápido, sus pequeños pies se resbalaron y cayó al suelo. La madre no escuchó cuando el niño cayó y en el mismo momento que cerró sus ojos para siempre, su cuerpo sufrió una transformación tal, que se convirtió en un pájaro chogüí, como aquellos a los que había admirado tanto. Sobre la cabeza de la india que esperaba a su hijo, pasó volando y cantando y se fue con toda la bandada de chogüíes. Según cuenta la leyenda, el indiecito convertido en chogüí viene todos los días a su casa, acompaña a su madre al trabajo y va a los naranjales a picotear las naranjas que son su fruta preferida. * * * Y esta es otra de las versiones: Chogüí era un indiecito que viva en una tribu, con sus padres, en la selva misionera. Su cuerpo estaba tostado por el sol ardiente de esa zona y sus ojos inteligentes, eran negros y rasgados, como los indios de su raza. Pero Chogüí no era un indio como todos. En lugar de jugar con otros niños se internaba en la selva para hablar con los pájaros, a quienes él consideraba sus mejores amigos. Muchas veces, sentado sobre el tronco de un viejo timbó, tomaba su flauta y tocaba dulces melodías que las aves respondían con armoniosos trinos. Casi siempre, al atardecer se veía en un claro del bosque al niño con su flauta, rodeado de pájaros que revoloteaban a su alrededor. El sonido de la flauta de Chogüí, mezclado al murmullo misterioso de la selva, era respondido por el trino de las aves. En los días calurosos, Chogüí se bañaba en las aguas de algún manantial; junto a él chapoteaban los pájaros que alegremente hundían sus picos y patitas en el agua fresca. Otras veces, Chogüí seguía sigilosamente a los cazadores de pájaros y desarmaban sus Ñuhas para que no pudieran atraparlos. El cacique, enojado por esto, lo reprendía y no lo dejaba salir por algunos días de la tribu. Entonces, Chogüí era visitado por los pájaros con los que compartía los granos de Abata-í. Estos le devolvían su generosidad, trayéndole en sus picos jugos de naranja y miel de Yete-í, que al goloso niño le gustaban mucho. Un día que Chogüí estaba en un claro del bosque tocando su flauta, un picaflor se acercó desesperado. Sus pichones estaban en un árbol que había sido invadido por las hormigas. Las hormigas "asesinas de la selva" pueden atacar a una planta y dejarla en pocos minutos simplemente desnuda. La madre picaflor que sabía esto, lloraba por la suerte que correrían sus hijitos. Chogüí no lo pensó dos veces. Subió al árbol inmediatamente. Pero al trepar fue atacado por las hormigas que aguijonearon su cuerpo. A pesar de los dolores que las picaduras le producían Chogüí llegó hasta la rama donde estaba el nido. Rápidamente lo tiró sobre la hierba, salvando así a los pichones. Atontado y dolorido por las picaduras, perdió pie, cayendo al vacío. El golpe fue tan grande que Chogüí quedó en el suelo, con los ojos cerrados y sin moverse. Los pájaros sorprendidos primero y desesperados después, lo rodearon. Con sus picos le echaron agua para reanimarlo. Poco a poco comprendieron que Chogüí había muerto, Entonces un inmenso gemido de dolor recorrió la selva: ¡Chogüí ha muerto! Las ardillas, los sapos y los venados también se conmovieron. Ellos habían conocido a Chogüí y lo querían. Al intenso dolor siguió una gran quietud, la selva tan poblada de animales y plantas calló. El sol se ocultó en el horizonte dorando suavemente las hojas de los árboles en un atardecer tristísimo. Una a una, las aves levantaron vuelo y al cabo de un largo rato volvieron trayendo en sus picos una flor color azul. Las había de todas formas y tamaños y de extraños aromas. Pero todas eran azules. Las flores azules eran las preferidas de Chogüí. Los pájaros lo recordaban bien. Y ese sería el homenaje a su mejor amigo. Lentamente, en la roja tierra misionera apareció, una gran mancha azul. Sobre ella revoloteaban cientos de pájaros que con sus alas multicolores formaban un arco iris de plumas. Las aves con encantadores trinos le pidieron a Tupá que hiciera un milagro. Que convirtiera al indiecito en pájaro, como él lo había soñado. Cuenta la leyenda que de la montaña de flores salió un pájaro azul cantando ¡Chogüí, Chogüí! y se perdió en el cielo seguido de miles de pájaros. Y desde ese día se puede encontrar en la selva misionera, sobre todo en los naranjales, un bello pájaro azul cuyo canto dice "chogüí, chogüí". * * * También tiene su canción: CANCIÓN Cuenta la leyenda que en un árbol se encontraba encaramado un indiecito guaraní. Que sobresaltado por el grito de su madre perdió apoyo, y, cayendo se murió. Y que entre los brazos maternales por extraño sortilegio en chogüí se convirtió. Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí qué lindo está mirando acá. Mirando allá, volando se alejó. Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí qué lindo es, qué lindo va perdiéndose en el cielo azul turquí. Y desde aquel día se recuerda al indiecito cuando se oye, como un eco, a los chogüí; es el canto alegre y bullanguero del precioso naranjero que repite su cantar; canta y picotea la naranja que es su fruta preferida, repitiendo sin cesar: Chogúi, chogüí, chogüí, chogüí...

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