Esta leyenda se remontó en los tiempos en que los hermanos Tupi y Guaraní vivían juntos con todas sus familias antes de separarse la tribu. Cada grupo de esta comunidad tenía un maestro para instruirlos en todas las artes y las ciencias. Unos tenían quien le enseñaba las propiedades y virtudes de todas las plantas y de esta forma preparar la medicina para cada enfermedad. Otros tenían un maestro que les instruía en la caza, la pesca y la guerra. Un grupo especial era enseñado para crear distintos modelos de utensilios de barro, las figuras más llamativas de animales, plantas y flores lo realizan los jóvenes. En un caluroso verano "Mbo'ehára guasu" (gran maestro) como lo llamaban los jóvenes artesanos, ya muy viejo entregó su vida a Tupã (Dios). Ellos hicieron una gran vasija para colocarlo dentro y después enterrarlo. La vasija tenía la forma tradicional del cántaro que todos conocemos, pero sin el cuello y el círculo perfecto que le da mucha gracia. Los artesanos cada vez que recibían la orden para fabricar más cántaros sin cuello para traer agua de los ríos, recordaban al apreciado maestro. Esto los ponía muy triste, pues se parecía mucho al mbotyha'i como ellos lo llamaban entonces, decidieron darle otra forma al "Ygueruha", se pasaron días y días tratando de encontrar una forma diferente a esta vasija. Después de mucho tiempo lograron crear la graciosa vasija y lo llamaron kambuchi; los niños, jóvenes y adultos se pusieron muy contentos con la nueva creación que no les traía tanta tristeza recordando siempre al gran maestro.
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