Este relato habla de un hombre bueno y feliz que vivía en el monte de la provincia santafesina, en compañía de su esposa. Se querían mucho.
Los días transcurrían apacibles para la pareja, pese a lo agreste del lugar, que él iba desmontando poco a poco para realizar cultivos de maíz. Ella se ocupaba de las tareas domésticas y de unas pocas ovejas que tenían. Por las noches se sentaban a descansar, hablaban y soñaban sobre los hijos que seguramente Dios les enviaría en el futuro.
Un día, una partida de soldados se presentó en su rancho y lo llevó luchar contra indios invasores. Juan se despidió de su esposa y partió a la guerra. Pasaron días, meses años... El soldado no volvía. Pero su mujer no dejaba de esperarlo.
Una mañana de verano ella estaba observando las flores que estallaban en corolas multicolores, dando un toque de belleza a su humilde hogar, cuando sintió que desde el follaje, que se esparcía por la enramada, un pájaro extraño se desplazaba hasta posarse en el árbol más cercano. Movida por la curiosidad se acercó y el pájaro comenzó a cantar tristemente. Tenía los colores del uniforme de los soldados: copete rojo como la gorra, alas negras como los brazos y muslo rojos como los pantalones.
Comprendió que era su esposo que, muerto en alguna batalla, se había transformado en pájaro. La esposa no pudo sobrellevar la pena y poco tiempo después, murió para convertirse también en pájaro federal. Desde entonces, viven en el monte y no se separaron jamás.
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