Es muy parecido al Duende, pero a diferencia de aquel, se lo ha visto muy pocas veces. Tiene los pies al revés para dificultar su búsqueda. Puede tomar la forma de cualquier animal. Según Bossi, a la distancia parece un carpincho parado en las patas traseras, sus ojos no son como los nuestros, sino chatos, como los del sapo, y con cejas de pelo largo. Mira fijo igual que las lechuzas. Tiene la boca grande y alargada y sus dientes son muy blancos.
Se dice que es el dueño de los pájaros y del sol y señor de la noche. Sale a pasear en los meses de Octubre y Noviembre, cuando empieza el calor (en el N.O. y N.E.).
Cuentan que una vez, el Pombero se enojó con un hachero de la provincia de Formosa: Marco Gavasa, lo sacó del rancho con cama y todo durante la noche y lo dejó en medio del monte. Esto mismo se repitió durante varias noches hasta que una vuelta lo golpeó y lo dejó paralítico. Marco Gavasa murió a los 86 años en el año 1972.
Quiere a los chicos buenos y golpea a los malos. Cuando uno le imita el grito o el silbido, éste le contesta en forma enloquecedora. Dicen que se lo ahuyenta con ajo.
Por su parte nos han contado que en Corrientes la historia es un poco distinta, allí es más parecida al duende norteño, pues es un petiso narigón con gran sombrero aludo y con gran dote masculino que aparece en los bananales a la siesta y suele perseguir en especial a las niñas. Apodado el duende sombrerudo o señor de la siesta a los niños se les hace dormir después del almuerzo para evitar encontrarse con él.
El Pombero es un ser originario de la mitología guaraní (algunos autores difieren en esto), muy popular en Paraguay, en ciertas partes del sur de Brasil, y en zonas argentinas como Misiones, Corrientes o Entre Ríos. Este ser gusta de acosar y violar mujeres, asesinar a quienes deterioran innecesariamente la naturaleza, y castigan a quienes osan pronunciar su nombre en voz alta o les faltan el respeto imitando su silbido, que según cuentan es escalofriante y de hasta 30 segundos.
Su nombre En guaraní, el nombre que se le da es “Cuarahú-Yara”, lo cual significa “Dueño del Sol”. Sin embargo, esto es sólo aparente, pues aquel es el nombre de un viejo rojizo con un solo ojo en la frente, dientes de perro, brazos largos y enormes manos. Este ser, según indica el especialista Félix Coluccio, no es una modalidad del Pombero sino un ente diferenciado. Así, los verdaderos orígenes de su nombre habría que buscarlos en el sur de Brasil, donde se llama “pombeiro” al que espía, y en los aborígenes de las pampas argentinas, que llaman “bombero” al explorador que marcha en la línea de avanzada cuando se están efectuando tareas de reconocimiento. De allí, se cree que el nombre puede ser una fusión de ambos, o una deformación de uno u otro.
Versión tradicional del Pombero Las primeras referencias al Pombero lo muestran como un ser alto, flaco, fornido, feo, y muy peludo. Sin embargo, esta versión carece de importancia en la actualidad, no solo porque prácticamente no existe información sobre la misma, sino porque, de una forma que podríamos llamar “casi oficial”, el Pombero es popularmente conocido como una especie de duende. Esta es la versión tradicional, tanto en el folclore actual como en el de hace décadas atrás.
En la versión (la tradicional) que nos ocupa, el Pombero es una especie de hombrecillo pequeño, feo, fuerte, moreno, muy peludo, de brazos largos y manos enormes, codos y rodillas sin articulaciones (por lo cual hace movimientos toscos y grotescos), piernas cortas con pies invertidos que desorientan a quien lo intenta rastrear, un enorme miembro viril para abusar carnalmente de las mujeres, una barba larga —en ciertas versiones, tan grande que le cubre el miembro—, un sombrero de paja y una bolsa al hombro, aunque lo de la bolsa es dudoso, pues proviene de su confusión con el Kari-Vosá, otro ser mitológico. Sean cuales sean los detalles de su aspecto, el Pombero ronda por los bosques, suele refugiarse en casas u otras construcciones abandonadas para descansar, y nunca deja de viajar, al menos entre las zonas en que se lo ha visto.
Sus habilidades son diversas: puede hacerse invisible y delatar su presencia a través de algo tan sutil como un escalofrío en quien supuestamente es tocado; puede deslizarse en espacios muy estrechos, correr velozmente en cuatro patas, imitar el canto de muchas aves (sobre todo nocturnas), el silbido de una persona y el sonido de víboras u otros animales.
La misión principal del Pombero es la de cuidar a la Naturaleza, vigilando el monte y velando por las vidas de los animales salvajes. Por ello y si bien permite la cacería, se enfurece cuando ve que un cazador mata más de lo que consumirá, cuando un pescador solo busca entretenerse, cuando un leñador corta madera que no empleará y, en suma, cuando cualquiera produce injustificadamente un daño a la flora o fauna. Su vigilancia es casi imposible de burlar, ya que supuestamente puede metamorfosearse y, por ejemplo, estar observando todo en forma de lechuza… A la hora de castigar, el Pombero puede ser realmente implacable y cruel. Por ejemplo, en algunas partes de Argentina creen que, si encuentra a un niño cazando pájaros, lo tomará a la fuerza y lo abandonará lejos de casa, muerto o atontado, dependiendo del caso. Concretamente en el Chaco (Argentina), se cree que el Pombero puede chuparles la sangre a los niños, dejándolos secos y colgados de algún árbol… Tal y como los duendes tradicionales, el Pombero puede ser travieso y fastidioso: libera vacas y otros animales de sus corrales, dispersa gallinas u otros grupos de animales domésticos o salvajes, roba tabaco, desparrama maíz, consume miel si la encuentra a su alcance, se coge los huevos de las gallinas, y tumba a los jinetes de sus caballos, entre otras cosas. Particularmente conocida es la lascivia del Pombero. Éste, aprovechándose de su invisibilidad, suele despertar a las mujeres con caricias malintencionadas, sobre todo si duermen fuera, como sucede a menudo en verano. Ciertas mujeres han sido violadas por el Pombero, y cuando tienen un hijo de él, suele ser algo parecido al padre, desgraciadamente… En este tipo de afán el Pombero, cuando se ha prendado de la belleza de determinadas jóvenes, ha llegado a raptarlas (dicen algunos que, para esto, puede hipnotizar), las ha violado en el bosque, y ahí las ha dejado abandonadas, generalmente embarazadas, con la ropa rasgada y el cuerpo cubierto de tierra y mal olor (el Pombero apesta). Sin embargo, gusta de violar salvajemente, a manera de castigo, a las esposas infieles y a las jóvenes que han crecido sin bautizarse. Hasta aquí parecería que las elegidas del Pombero están perdidas, pero muchos creen que, si éstas le ofrecen miel o tabaco de buena manera, el Pombero habrá de dejarles intacto “el honor”. Ahora, y pese a ser violador, el Pombero también tiene su lado sensible con las mujeres. En efecto, en Corrientes (Argentina) creen que éste se suele enamorar de las embarazadas que están gestando niñas, y que las protege cuando duermen o andan solas en la oscuridad, delatando a veces su presencia en algo tan suave como un piar de pollito. Por otra parte, uno puede ganar la amistad o simpatía del Pombero si le hace regalos. Hay que dejarle tabaco, miel o licor, en algún banco o silla o en un lugar visible atrás de la casa, pronunciando una corta oración o ruego. Cuentan que, si se llega a obtener su amistad, éste cuidará la casa, el rancho, los animales y las pertenencias del favorecido, además de que le guiará donde están las presas más grandes para cazar, los peces más gordos y jugosos, y los frutos más frescos y exquisitos… Sin embargo, ganar la amistad del Pombero no es tarea sencilla, pues las ofrendas deben hacérsele por treinta noches seguidas sin interrupción; aunque también, si se desea un favor concreto —sobre todo en lo que es encontrar cosas perdidas y tener éxito con los cultivos y los animales de granja—, se puede pedir primero el favor, decirle lo que se le habrá de dar por treinta noches seguidas, esperar a que el favor esté cumplido y entonces proceder a cumplirle lo ofrecido. Y es mejor que así sea, porque el Pombero se enfurece cuando hace un favor y no es retribuido… Como contraparte a lo anterior, hay quienes se han ganado la enemistad del Pombero. Si esto es así, la persona enemistada oirá ruidos extraños en casa, verá objetos que se mueven, puertas que se abren, cosas que se caen sin explicación, o incluso pasos y voces sin fuente aparente… Esa persona mejor no debería salir de cacería, pues el Pombero intentará confundirle en la espesura del bosque, de la cual quizá no vuelva vivo… Otra cosa a tener en cuenta, es que alguien puede irritar al Pombero sin llegar a ser su enemigo, pero sí experimentando desagradables consecuencias y, de reincidir, seguramente tendrá la enemistad del Pombero. Cosas que lo irritan, además de dañar innecesariamente la flora y fauna, son el pronunciar su nombre en voz alta, el imitarlo (esto hará que conteste con estremecedores sonidos) y el no hacerle jamás ningún regalo. Según creen, posibles consecuencias de irritarlo son episodios de temblor, mudez o confusión, estados todos que el Pombero puede inducir con solo dar un roce de sus manos peludas.
Aún creen en el Pombero Todavía en la actualidad, pero sobre todo en el campo, muchos afirman tener experiencias que delatan la presencia del Pombero: ramas que se mueven sin motivo, ruidos de animales que no se ven, asnos sin cabeza o cosas de ese tipo, sonidos de ciertas especies de ave al atardecer, animales de granja que se dispersan sin motivo aparente, etc… Jorge Alberto Martínez, argentino que investigó sobre la vigencia de la creencia en el Pombero, cuenta al respecto lo siguiente: “Lo cierto es que además, dicho mito, sigue en este año 2000, existiendo y no sólo entre la gente sin estudios, sino incluso entre estudiantes universitarios a los que he analizado. Hace menos de un mes, a uno de ellos le referí la historia del Pombero como un mito, y se ofendió, diciéndome que él mismo lo había visto y que así como embaraza a las mujeres, con los hombres puede ser un juerguista insoportable o un aliado valioso, tanto en las cosechas como en sus propias relaciones con las mujeres. La sensación que me transmitió del Pombero fue tan vívida, que por poco me lo creí. Creo que un error que a veces podemos cometer es pensar en los mitos como en algo que pasó, no como algo viviente, que hoy en día sigue sustentándose a partir de experiencias como las que acabo de relatar (…). Si bien mi conocimiento del Pombero comenzó hace casi 20 años a través de una empleada doméstica paraguaya, cuando me fui internando en la cultura de ese país por otros fines, descubrí que tiene una presencia casi tan importante como el Espíritu Santo dentro de la mitología católica.” (Fuente: http://www.leyendas-urbanas.com/)
Version para contar a los niños EL POMBERO. El pombero de la siesta o cambá Bolsa- Mitología Guaraní
(viejo de a bolsa)
-Cuentan que Don Pombero andaba suelto por el monte entre los matorrales una siesta de calor y un cunumicito( niño) muy cabezudo ( así se llama a los traviesos en el litoral) se escapó de su casa y se internó en el monte solo, desobedeciendo a sus padres. Don pombero que estaba a la sombra de un árbol fumando su cigarro lo vio pasar y le preguntó al niño:- No deberías estar acostadito o a la sombra con tu gente cuando el calor del cuarajú (sol de siesta) calienta?- El niño muy asustado y sonrojado le respondió: -Sí, pero quise salir a buscar fresco en la sombra del timbó que está al lado del río y jugar allí un ratito, justificándose y tratando de disimular su miedo. Entonces el Pomberito, que vio la picardía en sus ojos se le acercó despacio, lo cargo y lo metió en una bolsa grande que tenía escondida en el tronco del árbol a la vez que le dijo:
- a todos los cunumí que desobedecen al Tupá mintiendo (Dios) o al tata y se escapan de ñde roga ( su casa) en la siesta, se los lleva el Cambá bolsa así que no perdamos más tiempo y te llevo a tu rogá (casa), escondete en mi bolsa y avisale nomas a los otros que de siesta chamigo no se sale, el calor atrae a todo bicho malo como mboí (víbora) , yaguaretés y aña (Diablo) anda suelto comiendo gente y sacándole el alma.
Después de dejarlo en su casa asustado y también agradecido por el consejo, el cunumí contó con los ojitos de guapurú (fruto silvestre pequeño como una cereza, de cáscara color negro y pulpa blancuzca muy dulce que crece en el monte) muy abiertos a sus hermanitos que de siesta anda el cambá bolsa y se lleva a los que son desobedientes. De allí salió la vieja leyenda del viejo de la bolsa; que en el litoral es el Pomberito de la siesta o camba bolsa, que anda escondido por los patios de las casonas a la sombra del ñangapiry (árbol que da un fruto rojo muy dulce y pequeñito que parece un tomate microscópico).
De todos los duendes del litoral, el Pombero no sólo es el más conocido, sino el que posee más descripciones. Incluso aseguran que se trata de familias enteras de duendes a los que llaman pomberitos. Tiene una apariencia inconfundible:
-pequeño, peludo, de pies exagerados, barba larga, cara muy ajada por el sol y los años, sombrero de ala ancha y con un cayado o vara de tronco de guayabo o timbó. A veces le gusta presentarse ante los adultos como un ser alto y delgado, casi como una caña.
Se dice que si uno desea tener éxito en alguna empresa difícil o riesgosa hay que buscar al Pombero o bien un árbol hueco en medio del monte y le dejarle un poco de tabaco rubio y caña. Así chamigo Pronto se recibe su ayuda. Muchos han intentado pedirle que haga daño, pero el Pombero no daña gente ni animales, sólo ayuda y asusta de vez en cuando a los niños traviesos o desobedientes; por eso les digo: - Hay que contarles a los cunumicitos que de siesta anda el Pombero o camba bolsa buscando niños que no quieren dormir siesta.( kambá o camba en guaraní quiere decir negro). Estos duendes de la mitología guaraní son benignos ya que defienden a la madre naturaleza, al sol y a la luna. Es muy difícil encontrar personajes que Hagan daño, salvo añá ( el diablo ) y las criaturas que crea, los espectros o pora como se llaman a los fantasmas.
(versión adaptada por la autora de una leyenda guaraní que se conoce por los cuentos que se trasmiten vía oral a los niños en el litoral) (Mercedes Díaz Colodrero)
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