Pero veamos cómo fue creado el mbore según los guaraníes. Ñanderú fue a la selva donde escuchó un sonido “¡Cha!”, se acercó y vio un gran gusano. Decidió construirle un chiquero y lo dejó adentro. Después de mucho tiempo Ñanderú volvió y vio que al gusano le habían crecido patas. Volvió a su casa y tras otro lapso regresó y ya encontró al tapir totalmente formado. Por eso dicen que el Mbore es producto del gusano del higuerón o waa-poy (Ficus luschnathiana) (Bareiro Saguier, 2004).
Los mayas relacionaban al tapir con el inframundo por ser un animal nocturno, pero también con la potencia sexual y la fertilidad. Creían que los dioses habían creado a los humanos mezclando harina de maíz con sangre de serpiente y de tapir, por lo cual estos animales eran sagrados y estaban vedados su caza y su uso como animales de carga. Algo similar cuentan los wichi cuando la vieja Wakank puso sangre de tapir en unas ollas y las tapó. Al otro día, al destaparlas, se habían formado gentes de diversas tribus. Los mayas permitían el uso ritual del tapir en sacrificios y en la fabricación de algunos objetos rituales como cucharas de hueso con las que tomaban el polvo de coca. Sin embargo fue muy poco representado en el arte maya, sólo unas pocas estatuillas se han encontrado en Guatemala y Belize.
Los incas mantenían un culto especial para el tapir con sacrificios de estos animales, poco comunes para ellos, y tenían un ídolo especial que los representaba, Guagra Yanu. Al llegar los españoles, a diferencia de lo ocurrido con otros cultos, no prohibieron el del tapir, porque estaban interesados en los aspectos curativos del amimal.
En algunas ceremonias tribales el tapir participaba de diferentes maneras. Por ejemplo, los chiriguano-chané practicaban una danza ritual representando la lucha entre el yaguareté y el tapir donde los danzantes usaban máscaras con la figura de esos animales. La danza terminaba generalmente con la victoria del felino. El explorador William Bates asistió a la fiesta de San Juan, en Ega (Amazonas): “Un tipo ingenioso dispuso una vieja pieza de tela dándole la forma de un tapir, se colocó bajo la misma, e iba por ahí en cuatro patas. Construyó una nariz elástica semejando la del tapir, y delante de las casas de los principales pobladores, hizo una imitación del animal pastando, tan buena, que muchas risas lo festejaron dondequiera que fuera”.
Con respecto a la alimentación de estos animales, los kaingángues de Misiones cuentan lo siguiente: “Aprovechando la ceniza y el carbón, Kadjurukré hizo los tigres, diciéndoles «vayan a comer gente y caza» y los tigres se fueron rugiendo. Como ya no tenía más carbón para pintar, hizo los tapires, que pintó con ceniza, diciéndoles «vayan a a comer caza», pero como no habían salido con los oidos perfectos, no entendieron bien, y preguntaron de nuevo qué tenían que hacer; Kadjurukré, que ya estaba haciendo otra clase de animal, les gritó con mal modo: «vayan coman hojas y ramas de árboles»; esta vez oyeron bien y se fueron y he aquí por qué las antas solo comen hojas, ramitas de árboles y frutas” (Ambrosetti, 1895). Pero los wichi dicen que fue Tókjuaj, su héroe, quien viéndolo muy flaco le dio pasto, que el tapir no quiso comer, y finalmente logró que se alimentara de "ramas y tunas y toda rama espinuda".
El mismo pueblo explica así algunas características del tapir o iyela. Al principio tenía piel muy fina, pero de tanto transitar entre las tunas y clavarse las espinas se le fue poniendo gruesa. Tókjuaj quiso flecharlo pero las flechas no le entraban por lo cual le encajó una piedra en la boca y por eso ahora tiene la nariz y la boca grande (Terán, 1998). Tókjuaj también enseñó a los wichis a perseguirlo con perros y ultimarlo con lanzas. En una ocasión había tallado en madera un caballo dándole vida, para poder canjearlo por maíz. Otros quisieron imitarlo pero con tan poca habilidad que les salió un tapir, un burro y la mula.
USOS DEL TAPIR
Los indígenas chaqueños consideraban que la carne del tapir transmitía su fuerza y que por eso era buena para comer. La consumían asada al fuego o a las brasas, colocadas en pozos en la tierra que cubrían con ramas. También la secaban al sol para usarla como charqui. Además el cuero servía para confeccionar correas, riendas, calzados, látigos y cintos. Uno de sus nombres en su lengua hace referencia a ello: mborebí, de mború, tiento, y bí, bueno, conveniente. Los guaraníes comían la carne cocida y molida en el plato denominado piracuí. Las pezuñas molidas se usaban en infusiones con distintas hierbas para tratar afecciones cardíacas, epilepsias y hemorragias.
Afrima Alfred Wallace dice que “su carne es muy buena, se considera un alimento saludable, y se dice incluso que es un remedio para las fiebres intermitentes. Es un animal muy tímido, que deambula principalmente por la noche. Cuando un indio descubre un lugar en el que se alimenta, construye una plataforma entre los árboles, a unos ocho pies de altura, y se queda allí desde poco después del anochecer armado con una escopeta o con el arco y las flechas. Aunque es un animal pesado, el tapir camina con la ligereza de un gato y sólo se puede oír que se aproxima por el suave crujido de los arbustos; el más ligero sonido u olor lo alarma, por lo que el indio se queda quieto como si estuviera muerto durante horas, hasta que el animal se aproxima lo suficiente para dispararle, o hasta que al oler a su enemigo se va en otra dirección”.
No coloqueis nudos corredizos en los parajes en que dejare mis huellas; colocad, si, fijad trampas mondé en los sitios por donde he de pasar.
Canto guaraní
Los nambikwara utilizan para cazarlo una flecha con la punta de bambú en forma de arpón, la cual le produce al animal una hemorragia, dado que la dosis de veneno que puede llevar la punta de una flecha común no podría llegar a matar fácilmente al animal (Lévi-Strauss, 1961). Los qom tenían la técnica de prender fuego al monte y luego esperaban a los tapires que huían, matándolos con mazas de madera. Los botocudos “buscan rodear a las tropas de animales grandes, como los pecaris que llaman «hurra», y los tapires («hokhmereng»). Cuando tienen éxito, se apresuran a perforar los cuerpos de estos animales con tantas flechas como pueden, ya que estas flechas matan muy rápido, se comen hasta la piel del tapir y dejan solo los huesos más grandes” (Wied, 1821) .
Wied (1821) observó también entre los indios camacan el uso de instrumentos musicales hechos con uñas de tapir atadas con cordones al cual llaman herenehedioca y que les servía para marcar el ritmo, dando un sonido muy fuerte al ser agitados. Los mismos manojos de uñas junto con dientes, aplicados en los extremos de un grueso cordón de algodón rojo, servían de distintivo a los jefes. Entre los tupí-kawahib las mujeres usan pulseras, tobilleras y cintos hechos con dientes de tapir a manera de cuentas.
Collar de dientes de tapir - Yanomami American Museum of Natural History
Con respecto a los petos de piel de tapir que confeccionaban, Martín Dobrizhoffer, señalaba: “esta defensa se parece a una especie de dalmática, preparada con cuero de alce sin ablandarse, muy áspero por dentro y cubierto por fuera con piel de tigre. Abierto en el medio para que pueda pasar la cabeza, se extiende por ambos lados hasta el codo y la cintura, y es casi impenetrable a las flechas comunes, aunque no a las lanzas o proyectiles de plomo, pero muchas veces disminuyen y reprimen también la fuerza de éstas. Comenzaron a usar en el tórax un cinturón de un palmo de ancho hecho con el mismo cuero de alce”. Aquí alce se refiere al tapir y Giuseppe Jolis aclara la confusion con el gran ciervo del Hemisferio Norte (Alces alces) , cuyo nombre en alemán es “elan”, que es el nombre que La Condamine aplicó por analogía al tapir, siendo seguido en el error por varios autores. Elan significa “miserable” y se le daba por sufrir a menudo del mal caduco o epilepsia, para liberarse del cual se rascaba la oreja con la uña de su propio pie izquierdo anterior.
También Florian Paucke cuenta acerca del cuero de tapir: “Una vez un indio me trajo un látigo cortado en cinco correas de semejante cuero labrado a manera india y me dijo: —Ahí te traigo un azote para los niños malcriados de la aldea. Yo admiré el grosor del cuero que jamás había visto. Si bien lo acepté, no lo usé jamás, pues sólo con mostrar y exhibirlo hubiera podido mantener en la mejor disciplina a los niños porque tenía un aspecto muy homicida”. Los qom elaboran con el cuero sogas y lazos pero dicen que no es conveniente usarlos para atar caballos porque éstos se hacen pesados como el tapir, perdiendo agilidad y velocidad.
Tapir Paucke, Florian –2010 (1748)- Hacia allá y para acá
Entre los ayoreos se usaba un tipo de sandalia llamada paode, hechas de cuero de tapir, que se sujetaban con cordones de garabatá. En su mitología el Tapir era el principal productor de miel, que entregaba a otro animal, antecesor de los hombres, fabricándola a partir de ventosidades o mediante una receta mágica.
Sandalia de cuero de tapir Nordenskiöld, Erland –1910- Indianerleben, El Gran Chaco
La crueldad de algunos pobladores los llevaba a veces a empezar a desollar al tapir aún vivo, lo que dio origen en el nordeste brasileño a la leyenda del Anta Esfolada. Se cuenta que un cazador obtuvo un anta y al darle el primer corte para desollarla, el animal se levantó de golpe y se internó en la selva donde se transformó en una especie de bestia demoníaca que por las noches aterrorizaba a los pobladores con sus locas correrías, saltos y ronquidos. El lugar pasó a a ser conocido como Anta Esfolada (Anta desollada) y tras muchos años de padecimiento, los habitantes llamaron a un sacerdote capuchino para exorcizar a la bestia. El cura practicó sus rituales y mandó a levantar una cruz de madera de inharé, por lo cual el poblado pasó a llamarse Nova Cruz (Matto Grosso do Norte). Sin embargo el anta siguió haciendo incursiones por las capueras, asustando a los vaqueros (Cascudo, 2012).
Otro uso curioso del tapir lo consigna Wied, para Minas Geraes (Brasil) “los terneros nunca se sacrifican, por lo tanto, para separar el queso, no se usa el cuajo de ternero sino el del joven anta (Tapirus), el de Tatú Carreta (Tatu gigante de Azara), el de ciervo o de cerdos”.
Cría de tapir Gray, JE. On a young Tapir from Peruvian Amazons. Proceedings of the Zoological Society. 1872
EL TAPIR MEDICINAL
Según los guaraníes los bezoares del mborevi curaban el envenenamiento provocado por ofidios, arañas, escorpiones e insectos. Sobre estos bezoares decía el padre José Guevara: “Tiene dos buches, uno vulgar en que recibe el alimento, y otro particular lleno de palitos podridos. En este segundo se halla la piedra bezoar, tan estimada para el mal caduco y otras dolencias que se supone hallen remedio en su virtud. Esta piedra bezoar (…) no tiene figura regular, ni determinada formación, a las veces se encuentran vacías por dentro, y esto sucede cuando la fábrica se cimienta en materia que es de fácil disolución. Otras veces estriba en algún palito o arena, que sirve de cimiento a la obra (…) Toda la virtud medicinal de los bezoares procede de las yerbas y palitos”.
Los europeos transfirieron algunas creencias que tenían sobre el alce al tapir pues pensaban que sufría igualmente de epilepsia y se libraba de la misma rascándose la oreja con la uña de su propio pie izquierdo anterior. Vargas Machuca afirma que “la uña de la mano izquierda dizen es buena para el coraçon”, y Pedro Lozano agrega que “otros dizen que de la mano es piptima admirable para el corazón, lo que reconociendo este bruto que es asaltado frecuentemenet del mal caduco, luego que se siente tocado de él, aplica dicha uña”.
Dijujo de Sally Barnard (fragmento) Call Me Zena: A True Story Into the Unknown. AuthorHouse, 2008
Por ello en lo relatos de los cronistas se da gran valor a los pies, uñas y bezoares del anta, que permitían prevenir y curar una enfermedad tan temida y asociada con el demonio como la epilepsia, llamada afecería, perlesía, mal caduco, gota coral o mal de corazón, pues en aquellas épocas atribuían la epilepsia a una dolencia cardíaca. Los españoles usaban amuletos de “uñas de la gran bestia” colgados del cuello o sujetos sobre el corazón. Aún hoy esos productos se usan en la medicina popular andina de los kallawaya, en Bolivia, incluyendo además huesos, dientes, trozos de cuero y sangre, para tratar el “sunqo nanay” o “mal de corazón” como llaman a la epilepsia. Sus poderes se han extendido también hasta dar éxito en el amor o los negocios, como se cree en Ecuador.
También para los guaraníes la pezuña triturada servía para detener las hemorragias del parto y el mal del corazón; lo mismo que los bezoares o mborebí-itá (“piedra del tapir”). Los qom utilizan su grasa para aliviar hematomas producto de golpes fuertes. LOS NOMBRES DEL TAPIR
Tupi-guaraní (Brasil, Paraguay, Argentina): Mborebí (de mború, tiento, y bí, bueno, conveniente, por la calidad de su cuero), boreví, mboreví hovih, mboré.
Abipones (Argentina): Alalek
Cainguá (Guaraní puro): Tapiich, que dio origen a tapir, tapira, tapyra, tapihire. Cuando los españoles introdujeron a los bovinos, los indígenas le aplicaron este mismo nombre, por lo que surgió la variante “tapiiereté”: tapir verdadero (eté: propio) y también “tapiruzú” o “tapiroissou”: tapir gra Español / Portugués: Danta, anta, ent, ante, anto, anteburro (México), vaca mocha (Venezuela). Pinacho (Salta, Jujuy – Argentina). Anta es una voz proveniente del árabe «l’amt»: cuero grueso y resistente de antílope. Español: La gran bestia. Nombre aplicado anteriormente al alce nde. Ingais (Misiones, Argentina): kumbé guí, guí. Kaingángue (Misiones, Argentina): Odjúr, odjoro. Mocovíes (Argentina): Alolyac Qom (Argentina): Shepegaqlo, Ioligac Quechua (Perú): Huagra, ahuara, sachahuajra vaca silvestre). Sachavaca es un nombre mixto quechua/español que significa también “vaca silvestre”.
Quechua (Santiago del Estero, Argentina): Pinchácu "que anda en las acequias". Wichi (Chaco / Formosa): Iye’La.
Fuente: Historias Zoológicas
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