Los antiguos guaraníes creían que Tupá, genio de bien, había creado los bosques, los animales y las aguas. Según sus creencias, Tupá tardó varias lunas en decidirse a crear al hombre, y sobre dicha creación cuentan la siguiente leyenda.
Tupá tomó un poco de barro de las márgenes del río y creó un hombre y una mujer, oscuritos como la tierra de la que estaban hechos, de ojos brillantes y ligeramente almendrados, de brazos fuertes y piernas ágiles para pasear por los bosques y las sierras, que les ofrecían los frutos para su sustento.
Pero ocurrió que Tupá tuvo noticias de que otro dios había creado a un hombre y a una mujer blancos. El dios quedó mortificado y pensativo : todo lo que el creaba con arcilla parda que poseía era oscuro. Trató de embellecer a sus criaturas con los colores más hermosos, y pintó al yacaré de verde, al yaguareté con pintas, y a la tuyuyú con tenues rosados, y a la volandera panambí con todos los colores del arco iris y el polvo lejano de las estrellas... pero no quedó conforme. "Hay un dios que creó a un hombre y una mujer blancos - decía - No quedaré contento hasta conseguir, por lo menos, una sola criatura blanca".
Y frente a su aflicción, parecía que los arroyos quedaban quietos y los pájaros detenían sus vuelos ; el viento calmaba su gemido y las flores titilaban inquietas. Todo siguió así hasta que Añá, travieso demonio de las creencias guaraníes, consiguió llegar a la tierra de los hombres blancos y robar una "cuña morotí" (Nota: mujer blanca) que regaló a Tupá. Este quedó muy admirado por la blancura de su piel y la transformó en blanquísima ave, dulce y buena, que fue la paloma.
La paloma echó a volar y quiso visitar el mundo que había creado Tupá. Vio la plata de los arroyos, los bosques de distintos tonos de verde, los pájaros coloridos y abigarrados... y se sintió muy, muy triste por ser blanca. "Tan blanca, tan igual - se quejaba - ¿Por qué me habrá hecho Tupá de este color ? ¡Cuánta belleza hay en los demás animales...cuánto colorido, y mis plumitas, en cambio, tan tontas ... ! Y seguía protestando tanto, que Tupá tuvo que taparse los oídos. ¡Con lo que había deseado crear una criatura blanca ! No, No, señor, Tupá dejaría a la paloma tal cual estaba. La paloma se empeñaba cada vez más: "Por lo menos, unas plumitas, señor, con una nota de color..." Tupá no le hacía el menor caso; a él le gustaba así.
Entonces la paloma, tristísima, hundió su agudo pico en la blancura de su pecho y, lentamente, vio teñirse su pechera algodonada con gotitas de sangre. Quiso lavarse en las aguas de un arroyo, pero la mancha no salía. Orgullosa por su colorido, por la belleza de esas plumitas se su pechera, se pavoneó muy oronda frente a las demás aves bullangueras y policromadras.
¿Y Tupá ? La vio tan contenta, tan satisfecha, que se conformó. Desde entonces, esta avecita es llamada "Paloma de la puñalada". Y dicen los guaraníes que es más coqueta y vanidosa que las demás palomas, porque siempre recuerda, que, alguna vez, fue una hermosa mujer blanca a quien Tupá había dado forma de ave ...
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