YPA KA´A. El guardían de la yerba mate
Nombre: Ypa Ka´a o Jhypá Kaá. Es un ave colorida, tradicional de nuestra fauna. En una de las versiones rescatadas acerca de esta leyenda guaraní, este nombre hace referencia a la frase: "opá kaá", que traducido al español significa: se acabó la yerba. En su peculiar canto, esta ave parece repetir esta frase en idioma guaraní.
Origen: El Ypa Ka´a es un ave que se encuentra generalmente en las riberas de los cursos de agua. La leyenda hace referencia específicamente a la ribera del Río Apa.
Creencias: La creencia más habitual es que la maraña que rodea a la yerba-mate traduce la pasión que envolvió a la bella joven y al sacerdote mbyá que dan origen a la leyenda, y el Ypa Ka´a es el ave que sigue defendiendo a esa planta de la codicia humana. Seres humanos que se transforman en aves, peces u otros tipos de animales terrestres, son personajes de cientos de leyendas paraguayas, las cuales encierran una enorme riqueza de fantasía. En cuanto a la leyenda del Ypa Ka´a, Yhpaká o Jhypá kaá, conocido espécimen plumífero de nuestra fauna, el escritor y folklorólogo Paulo de Carvalho Neto afirma que se conocen dos versiones muy literarias sobre esta: la de Juan R. Dalquist y la de María Concepción Leyes de Chávez.
1) La primera de las versiones relata la historia de Julia, "la criatura más bella de su valle". Ella parecía indiferente a las conquistas -relata la leyenda-, pero repentinamente, Julia quedó impresionada por un apuesto mancebo. Meditando un día sobre cómo podría ser correspondida, no advertió la presencia de una anciana que se encontraba rogando a su lado. La anciana iba ya en su décimo "Ave María", cuando Julia despertó. La anciana le pidió que hable sobre lo que deseaba, pero insistió en vano. Entonces la vieja, que resultó ser el "hada de aquellas comarcas", se levantó alterada y profetizó con una voz profunda: "Desde hoy, en justo castigo a tu soberbia, de tu mezquindad de alma, de la ruindad de tu corazón, de tu falaz mentira, abandonarás tus formas humanas para convertirte en ave que de un modo constante irá pregonando, por valles y collados, que se acabó la yerba". La última frase se traduce al guaraní: opá kaá. De allí el nombre de Jhypa kaá.
"Y así fue. Y desde entonces -concluye Dalquist-, por valles y collados, se escucha, particularmente en la hora vesperal, el canto monótono y alborotado Jhypá kaá".
2) La versión de María Concepción Leyes de Chávez, también cuenta la historia de una bella mujer: Kaá, quien vivía en la ribera del Apa, en compañia de un pájaro. Descansando un día Kaá, escuchó al pájaro tratando de avisarle que alguien la estaba observando. Ella no pudo descubrir quien era, pero al regresar a casa se cruzó con un hermoso joven. El pájaro graznó nuevamente para avisar que fue él quien la había estado mirando. Kaá no pudo dormir bien esa noche y despertó a la mañana escuchando a quel joven conversando con su padre.
El joven era un sacedote mbyá, que andaba buscando piedras preciosas. El corazón de Kaá se oprimió, ya que ella sabía que los sacerdotes mbyá no se casaban fuera de su grupo. Pero igual lo persiguió y le confesó su pasión. "Cantó y danzó para él". El joven sacerdote vaciló ante sus principios y corrió hacia los brazos de ella, y Kaá lo tentó aún más. En medio de esa lucha íntima, él empuñó el "ita marã" que tenía en la cintura y la mató. El pájaro que acompañaba a Kaá lo embistió, reptiendo: Jhypá Kaá!. Años después, el sacerdote volvió al lugar y fue embestido nuevamente por el pájaro. En el mismo sitio descubrió una planta nueva, de un fuerte aroma y flores rojas. La masticó y luego empezó a tener visiones, le brotó sangre de la boca y, finalmente murió.
Otra Leyenda dice:
LEYENDA DEL YPAKA A Dicen que había una mujer, dueña de una casa espléndida; la matrona se adornaba y se perfumaba, olvidándose de Dios y de que algún día iba a morir. Frente a la casa había un estanque rodeado de lujosas flores, plantadas por su servidumbre, que las cuidaba como si fuesen niños. Esta mujer, que más parecía muñeca pintada, tenía perros y gatos a los que perfumaba y mimaba día y noche, tal como ella misma se acicalaba. Solo cuidaba su cuerpo esta dama que no quería envejecer, y que permanentemente olvidaba su alma. Una mañana tocó a la puerta de su casa una pordiosera, vieja y flaca, pidiéndole un poco de yerba mate. -Se terminó la yerba dijo en mal tono. Y la vieja le respondió: -Es solo para tomar mate, pues no he comido aún. -Vete a buscar lombrices en la cercanía de mi piscina, si es que quieres almorzar, porque te repito que ya se terminó la yerba. -Ojalá -dijo al irse la mendiga- que te conviertas en pájaro y escarbes tú también en procura de lombrices alrededor del estanque, por tu crueldad de corazón. -¡Se acabó la yerba! -le gritó finalmente, y con una risotada entró a su casa. Muy poco después cayó en cama esta mujer, cuya vanidosa soberbia no le cabía en el pellejo, y una rara dolencia fue consumiendo su cuerpo: a medida que este encogía, brotaron de su piel lucidas plumas. Una atardecida se agudizó dolorosamente su enfermedad, y su cuerpo, encogiéndose cada vez más, se convirtió en pájaro. Se levantó, y a largos pasos, se encaminó hacia el agua, para cavar en busca de lombrices. Desde esa noche es conocido este nuevo pájaro de relucientes plumas: -¡Opa ka'a, ypaka'a! (terminó la yerba, acabó la yerba) -grita por entre los camalotes.
Infaltable en nuestras Reservas de los Esteros del Iberá, es un ave que habita áreas palustres con vegetación boscosa y acuática y a menudo sale a lugares con vegetación corta. En vez de volar, se lo ve caminando o corriendo cuando quiere ocultarse. Se alimenta de una dieta variada comprendida por insectos, caracoles, larvas, frutos y algunas semillas. Construye un nido como plataforma compuesto de pastos y fibras, que coloca sobre árboles y plantas trepadoras a media altura. Pone entre 4 y 6 huevos blancos con manchas grises o pardas. Los pichones son precoces y al poco de nacer, siguen a sus padres para alimentarse.
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